La postmodernidad Primera entrega

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Un análisis de la postmodernidad y su impacto en las problemáticas culturales según la Lic Elena Farah.

Lo esencial del movimiento postmoderno es la crítica a las creencias a las razones y, en definitiva, a toda cultura de la modernidad, con intento de hallar otro estilo de pensar y de vivir distinto. Para su comprensión es preciso examinar la era moderna.
El pensamiento de la llamada “Modernidad” nació en el Renacimiento como consecuencia de la lenta y continua separación de la filosofía de la religión cristiana, por una serie de causas muy complejas y varias de ellas desconocidas para la historia.
La modernidad desembocó en el ateismo que es así un hecho contemporáneo: si en épocas anteriores se había profesado una filosofía atea, únicamente lo habían hecho algunos autores pero sin llegar nunca a la negación absoluta de toda trascendencia.
Su primera formulación teórica la dio Spinoza (porque en su doctrina panteísta y materialista no hay lugar para un Dios personal) y alcanzó su auge en el siglo XXI.
Se puede definir la modernidad por su confianza ilimitada en la razón, el convencimiento de la madurez de un único proceso histórico universal, la creencia en la utopía del progreso en todos los ordenes, la afirmación de la libertad absoluta del hombre, la superación de la metafísica y, por último, del ateismo.
En la postmodernidad se pierde la fe en la razón ilustrada que queda totalmente desacreditada. Es decir, la experiencia central de la postmodernidad es la muerte de la razón que parece anunciar el fin de un proyecto histórico, el proyecto de la modernidad, el proyecto de la ilustración europea o finalmente también el proyecto de la civilización griega y occidental.
En lugar de los imperativos de la razón o del dominio técnico hay que dejarse llevar por las propias apetencias, por los sentidos que expresan la espontaneidad de la vida.
Los postulados filosóficos básicos que subyacen a este estilo de pensamiento postmoderno, obsesionado por la idea finalista, habría que reducirlo a cinco supuestos elementales:
1) El fin de la historia.
2) El fin de los grandes relatos.
3) El fin del/los sujeto/s.
4) El fin de las ideologías.
5) El fin de los Estados nacionales y de las ilusiones de la autosuficiencia.
Baudrillard sostiene que “La historia ha dejado de ser real”. Se ha llegado al fin de la historia, perdiendo ésta realidad porque ya no se posee un cuadro de referencias. No hay ni totalidad donde situar los hechos, ni finalidad que les dé sentido. Debe vivirse, por tanto, en el presente, en su total inmediatez. De ahí que el pensamiento sea errático y sin intencionalidad alguna.
La postmodernidad pretende abarcar en un solo relato la totalidad de los fenómenos singulares pero hay que renunciar al “gran relato” y contentarse con relatos parciales, que no guardan conexión entre sí. Las grandes visiones teóricas de la modernidad, que no tenían fisura alguna, estaban elaboradas linealmente, se han eclipsado al mostrarse su inutilidad.
Respecto al fin del sujeto, tanto Castoriades como Laclau hablan de un quiebre del “sujeto colectivo” (por ejemplo, el proletariado).
El fin de las ideologías ya puede rastrearse en la Escuela de Frankfurt y su insistencia en que la “industria cultural” y la “colonización de la conciencia” por la cultura de masas estaba contribuyendo en gran medida a borrar las diferencias entre las concepciones del mundo y preparando el camino para lo que Marcuse llamaría “el hombre unidimensional”.
Una de las grandes paradojas de la historia moderna es que el Estado-Nación, como unidad política, económica y cultural, quedó cuestionado en el momento mismo de su constitución (o, al menos, objetivamente problematizado) a partir de la “globalización” expansiva de Europa, acelerada después del descubrimiento y conquista de América.

Lic. Elena M. T. Farah
elenafarah78@hotmail.com
DNI 6.396.189
Lic. En Administración y Gestión de la Educación
Egresada de Univ. Nacional de Gral. San Martin (BA)

15/06/06

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