Intervenir y re-crear infancias

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Las actuales demandas en  las áreas de educación y salud plantean la necesidad de interrogantes sobre diferentes estrategias de intervención.
Pensemos que hay múltiples y disímiles  posibilidades de proponer otras formas de  acción que producen nuevas y mejores respuestas.
Podemos pararnos y pensar en dos contextos indisolubles: el contexto escolar y el social –familiar.

¿Qué es intervenir? El diccionario nos dice: “Tomar parte en un asunto; intervenir en un conflicto. Y prevención: acción y efecto de prevenir; preparación que se toma para evitar un peligro. Anticiparse.
¿Por qué la intervención? El escenario actual habitado por inequidad, pobreza y desigualdad nos obliga a pensar en la intervención como una acción perentoria e impostergable.
Preparar con anticipación algo para poder modificar parte de los modelos planteados de marginalidad, nos permite postular otras alternativas que ayuden a impedir (otra manera de pensar la anticipación) el sufrimiento y hasta el arrasamiento, en el peor de los casos, de la niñez. Cuidar nuestras infancias nos convoca a anticiparnos desde una mirada, si fuera posible, preventiva o desde la necesidad de ayudar en algo que ya está establecido y que todos sabemos no funciona adecuadamente.
Cuando hablamos de intervenciones en la niñez, pensamos en la posibilidad de trabajar con nuestros chicos, con la pareja educativa primaria que es la relación madre-hijo, con todos los protagonistas del contexto escolar y social. También con aquellos adultos “que cuidan y acompañan a las infancias”.
Podemos al decir de Marcela Pereira, pedagoga argentina, que el concepto de intervención podría ser tomado como co-creación…”como una creación de sentidos que antes no existían, fruto del trabajo del pensamiento y acción de los participantes en una determinada experiencia”. También podríamos decir: entender los sentidos de otras personas. En realidad, co-crear es re-crear. Crear algo que se demanda como necesidad imperiosa, pues si no interviene nadie queda en un total desamparo, sin recursos, sin saber que hay otras maneras para inventar y mitigar el sufrimiento. En conclusión, para dar una respuesta a una necesidad determinada. Pensar en otro nos plantea la necesidad de pararnos desde un lugar diferente para pensar la vida. Ya que no la pienso sola sino en compañía. No solo mi historia también la de los demás, que me sirven de marco a mi propio encuentro con la realidad.
Es individual y compartida. Es personal y heredada. Es transmisión y es herencia.
Delly Beller plantea en un trabajo el significado de las herencias ¿Qué final tiene aquello que una generación entrega a la siguiente con frecuencia sin saber lo que está entregando?
Y esa generación receptora ¿Qué destino tiene lo que recibe sin saber a ciencia cierta qué es lo que está recibiendo?
Le doy mucha importancia a esos vínculos tempranos, las díadas, como modelos de trabajo desde los inicios de la constitución intentando prevenir déficit mayores
Coincidiendo con Eva Giberti, que lo plantea en su libro “La familia a pesar de todo”
“Los vínculos que podemos reconocer en el funcionamiento de las organizaciones familiares son de diversas índole y tienden a regular el encuentro entre dos o más personas. No se trata necesariamente de encuentro físico, sino de distintos modos de vincularse mediatizando la relación al utilizar pensamientos y/o mensajes simbólicos (figurados, teóricos). Lo propio de los vínculos reside en la complejidad que suscita las posiciones personales y recíprocas”.
Para terminar una frase de Eduardo Pavlosky, psiquiatra infantil “…saber hablar el idioma de las infancias y solo entonces la intervención será efectiva; de lo contrario puede ser sentida como proveniente de otro mundo desconocido con un idioma incomprensible”

Lic Elena Farah
05/04/07

 

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