El 23 de septiembre de 1946 la gran obra estuvo concluida y así se inició un profundo proceso de cam

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El 23 de septiembre de 1946 la gran obra estuvo concluida y así se inició un profundo proceso de cambio, que emergió obligado por las exigencias de una pequeña ciudad que se convirtió en un centro demográfico de decisiva incidencia en el centro del país…

Por Pablo Callejón – Cómo el nuevo Hospital, aquel conmocionó la prestación sanitaria del sur provincial. Su estructura y el moderno equipamiento superó las expectativas de médicos y pacientes y se creyó que los largos pabellones flanqueados por un inmerso parque, durarían para siempre.
El 23 de septiembre de 1946 la gran obra del Hospital Antonio de Padua estuvo concluida y así se inició un profundo proceso de cambio, que emergió obligado por las exigencias de una pequeña ciudad que se convirtió en un centro demográfico de decisiva incidencia en el centro del país.
El doctor Ramón Carrillo, entonces Ministro de Salud del primer gobierno de Juan Domingo Perón, decidió la creación de modernos nosocomios en distintas ciudades de la Argentina. Cuando se decidió la apertura del ahora viejo Hospital, también fueron inaugurados los edificios de Jujuy y Catamarca.
En la ciudad, funcionaban dos entes asistenciales: el de La Caridad, ubicado en el actual Centro de Salud, y la Clínica Regional del Sur. Con la puesta en marcha del Hospital San Antonio de Padua, hubo una disponibilidad de 400 camas y aunque inicialmente el número de médicos y enfermeras resultó insuficiente, rápidamente concentró la asistencia sanitaria de los riocuartenses.
El lugar estuvo compuesto por 5 pabellones médicos, la Dirección de Salud, el Area de Salud Mental y el sector de Mantenimiento y Cocina. La disponibilidad de los edificios, de amplia fachada y ventanales de principio de siglo, fue rodeada por la arboleda que aún persiste como evidencia de la planificación arquitectónica del lugar.
Desde aquella imponencia del principio de actividades a su efigie de abandono actual, pasaron ya 60 años. Actualmente solo funciona el Area de Salud Mental y el predio cercano quedó bajo la tutela de una rigurosa vigilancia, que apenas permite observar desde afuera la postal de lo que alguna vez fue el principal centro de atención médica del sur de Córdoba.
Cuando la caravana madrugó con el alba en los primeros días de diciembre, una larga fila de ambulancias, revestidas de diversos colores, se adueñaron imponentes de la atención de la gente. Algunos se animaron a aplaudir y otros miraron con entusiasmo aunque en silencio, inmersos en un vacío de palabras que se apropió del asombro. El primer día del traslado del viejo al Nuevo Hospital fue precisamente eso: una jornada para el asombro. La nostalgia se adueñó de a ratos hasta ser deglutida por la flamante mole revestida de azul y bordó.
Dicen que el viejo Hospital se convertirá en un hogar para cientos de ancianos, que el lugar será revitalizado y otras vez los sinuosos caminos que confluyen en sus pabellones volverán a ser transitados. Dicen que su edificio no será un museo de lo que fue, sino que resultará provechosamente utilizado y que dará vigor a los barrios del sur. Dicen que todavía algunos vecinos caminan sus veredas espiando la historia, tratando de descubrirse en los edificios escondidas detrás del murallón perimetral. Por ahora, solo queda la memoria de un paso de  seis décadas de actividad sanitaria y un largo bostezo de la burocracia política que no define el futuro de un lugar con demasiado pasado.

«Nunca antes vivido»

Héctor Cisterna, uno de los únicos empleados de los primeros años del Hospital que aún vive en la ciudad, recuerda la inauguración como «un evento que en Río Cuarto nunca se había vivido».
«Estuvo en el acto el doctor Carrillo junto a Raúl Matera y casi toda la comunidad de la ciudad. Por lo menos, toda la que pudo ir», subrayó.
Cisterna precisó que al principio llegaban pacientes de La Pampa, San Luis y de todo el sur provincial.
«El Hospital tenía Maternidad, Neonatología, Cirugía, Traumatología, especialistas de piel y todos los consultorios. Era un lugar completo», destacó.
Don Héctor ya no pasa por el lugar, tratando de eludir el dolor de la nostalgia y por las secuelas de la memoria que obliga a comparar a aquellos años con esta empobrecida realidad.
«El Hospital tiene una muy buena estructura y sirve, todavía, para los ancianos o la gente indigente. Es una pena que esté abandonada su estructura», aseguró.

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