El titular del bloque de Unión por Córdoba volvería a su trabajo en el área judicial de la Universid

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El titular del bloque de Unión por Córdoba volvería a su trabajo en el área judicial de la Universidad. Gutiérrez e Isaguirre suenan como posibles sucesores en la Presidencia.  Malestar y sorpresa entre los ediles por la dimisión del dirigente canterista.

Pablo Callejón – Era un secreto a voces, pero nadie se animaba a decirlo. Desde que Carlos Gutiérrez y Jorge Alves decidieron dar la cara por la oposición ante las críticas del presidente del Concejo Deliberante, Juan Jure, quien los acusó de llevar la interna justicialista al recinto, todo hacía presumir que Hugo Abraham había decidido apartarse definitivamente. Claro que todo empezó la fatídica sesión en la que Víctor Núñez acusó a Elsa Cardarelli de traición y de haber canjeado su voto por la fusión de las mixtas por la designación del Defensor Adjunto. El ex fiscal municipal apeló al silencio y evitó cualquier intentó por recomponer las relaciones en un bloque fragmentado. Sabía que su autoridad estaba discutida y que había dejado de ser el piloto de la tormenta.
Hoy, la publicación del semanario el Otro Punto, en el que el periodista Hernán Vaca Narvaja, hizo pública la renuncia por venir, hizo que los ediles de Unión por Córdoba tropezaran nuevamente con sus propias flaquezas, advirtiendo que el apoyo inicial al líder depuesto era a todas luces infructuosa.
Con un puñado de concejales como testigos de su derrota política, Abraham llegó en horas del mediodía a su oficina parlamentaria luego de intentar explicar una y otra vez ante los medios que su decisión intentaba poner coherencia entre sus necesidades personales y familiares y su responsabilidad política ante la gente. Su discurso no convenció y el análisis pareció desembocar en la rápida huída de un conflicto que aún está lejos de resolverse.
La ruptura en las relaciones entre el roggerismo y el canterismo era esperada por propios y extraños, aunque se aguardaba la excusa que pusiera sal en las heridas. El pretexto adecuado llegó con la elección del Defensor del Pueblo y la fusión de Gamsur y Semiusur, un proyecto administrativo de nula repercusión social que se convirtió en el dato explosivo del año.
Alves siempre se sintió molesto de participar en el parlamento local y la sola compañía de una mayoría de dirigentes vinculados al ex intendente Alberto Cantero le provocaba un escozor difícil de soportar. Avalado por el débil liderazgo de Abraham, coordinó la reunión entre Cardarelli y Humberto Roggero, pocos días antes de la votación en el recinto y se preparó para romper filas.
Después, el canterismo, lejos de una búsqueda de consenso, comenzó a desparramar denuncias sin pruebas sobre un supuesto acuerdo entre Alves y el Ejecutivo para la venta de su quinta, ubicada en el predio donde se construirá la nueva cárcel, y de un aporte económico del oficialismo para que Omar Isaguirre sustentara el viaja a Israel, que se inició el pasado viernes.
¿La renuncia de Abraham pone un punto final a la crisis del PJ? Todo parece indicar que no. El portazo del ex fiscal municipal expone al bloque a una cruenta discusión por la sucesión y a la continuidad de una lucha interna que ya se cobró varias víctimas.
Los nombres para ocupar el trono asentado sobre las llamas ya comienzan a hacerse escuchar. Casualmente ninguno de los nominados recibió el rostro angustiado del presidente que preparaba su adiós anticipado. Carlos Gutiérrez y Omar Isaguirre son dos opciones para dos proyectos que resultan políticamente antagónicos.
Gutierrez pertenece al riñón canterista y su designación profundizaría las diferencias con el legado roggerista y con Cardarelli, la dirigente rebelde del cavallismo. Sin embargo, el ex intendente seguirá siendo mayoría en el bloque (la ex funcionaria de Salud, Cristina Juarez, asumiría en lugar de Abraham) y su tropa tendrá la última palabra.
Omar Isaguirre parece el hombre del consenso, con experiencia como titular del bloque y del Concejo Deliberante, y con buen diálogo con los soldados de Cantero. De todos modos, las denuncias que cuestionaron su viaje al exterior y los rumores de una renuncia ponen en dudas su real interés de conducir a un justicialismo en llamas.
Cualquiera sea el final, la última palabra la tendrá la gente. Ajena al microclima político, de mezquindades partidarias y discusiones en muchos casos estériles, los riocuartenses observan atónitos la degradación de un parlamento que en poco mas de un año cometió las suficientes torpezas como para engrosar los números del descrédito y la indiferencia popular.  Sobre esto último, no hay diferencias entre oficialistas y opositores, el Concejo chocó el iceberg y nadie se acordó de los salvavidas.

 

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