La investigación por la desaparición de Ale Flores y el aporte de nuevos testigos

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El testimonio de una testigo clave despertó la causa que estuvo dormida durante 7 años. La fiscalía profundiza la investigación de la hipótesis de un accidente protagonizado por un móvil policial. La Provincia promete ayuda especial al padre del menor. Por Guillermo Geremía.

«Están los que no dicen nada pero lo dicen bien; hay otros que dicen mucho pero lo dicen mal. Los peores son aquellos que no dicen nada y encima lo dicen mal». De la última de estas tres categorías, establecidas por el escritor italiano Giovanni Papini, acaba de salir hace unos días la testigo N.N. (son sus verdaderas iniciales) que aportó por primera vez datos concretos sobre un hecho ocurrido hace ya 14 años y que asegura haber visto: la enigmática desaparición de Alejandro Flores.
«Yo ese día fui al Hospital San Antonio de Padua, donde trabajaba, fui a buscar un material -una jeringa-. Salí de ahí porque se venía una tormenta y tenía el cumpleaños de mi hijo. A la vuelta del hospital, cuando yo salía para buscar un taxi, vi que venía un coche; pero hasta mitad de cuadra no distinguí que era un móvil policial. Bueno…cuando llega a una cortada, que no me acuerdo cómo se llama esa calle, yo estaba justo en la esquina de Carlos Rodríguez, se cruza un niño y el móvil lo atropella, o sea el nene da contra el capó -que esa imagen no se me va a borrar nunca-, se bajan los dos del móvil, lo cargan en parte trasera, pasan al lado mío y se van». Este simple y crudo relato hecho ante el Fiscal de Instrucción, Dr. Javier Di Santo, permitió mover los cimientos de una causa judicial que estaba aplastada por el silencio desde hace, por los menos 7 años. Los dichos de la ex enfermera que asegura haberlo visto todo en qué categoría caerán ahora. ¿No ha dicho nada pero lo dijo bien o dijo mucho pero lo dijo mal?. Al menos abandonó la peor de las opciones, no haber dicho nada y encima decirlo mal.
Hagamos un poco de historia. Desde la desaparición de «Ale» Flores, aquel tormentoso sábado 16 de marzo de 1991, pasaron muchas cosas. Primero se dijo que se lo llevaron los gitanos y sus padres lo buscaron hasta en Punta Arenas, en el sur de Chile. Luego surgió la versión que un móvil policial lo había atropellado. Entonces la enfermera testigo declaró en la Justicia y dijo que no había visto nada. En 1998, un policía arrepentido contó que en un asado con camaradas habían relatado lo sucedido. Entonces declaró lo que sabía y aportó el dato del lugar donde supuestamente habían enterrado al pequeño atropellado. La búsqueda fue negativa y el policía Muo se retractó ante el por entonces Fiscal Cerioni y aquí no ha pasado nada.
La carita de Alejandro, con un ojito en gesto de súplica para que no se olviden de él, siguió apareciendo en las listas de las organizaciones que se dedican a buscar chicos perdidos. Pero en la Justicia nada. Pero algo cambió.
«Acá en la policía se sabe desde el primer día que un móvil lo había atropellado, pero como no hacía mucho que había pasado lo del Banco Popular, se lo ocultó porque otro golpe habría sido muy duro para la fuerza», asegura alguien que habla desde las vísceras del edificio de la calle Belgrano. Los dos policías que supuestamente iban en la patrulla fueron trasladados con celeridad a nuevos destinos. Ambos en la ciudad de Córdoba. Un movimiento inusual para efectivos de escasa gradación. El oficial que manejaba el auto, Mario Gaumet, hoy es Comisario Inspector y está en el área de Investigación y Criminalística. Por su parte, el suboficial Daniel Funes integra el calificado Grupo ETER.
«Los policías a mí me conocían por mi trabajo en el Hospital, no teníamos una relación más allá de enfermera y policía», dice N.N. sobre los policía que ella denunció, al mismo tiempo que niega las versiones que la relacionan con uno de ellos y la ubican en un arriba del auto el día del accidente. «Los he visto porque se hacían fiestas si…pero…cuando yo más llegué a ellos fue cuando…en mi trabajo». Titubea al responder y sonríe.
N.N. tuvo en lo personal 15 años muy duros. Su esposo policía murió ahogado en Las Albahacas, luego de zambullirse al agua inmediatamente después de comer. Eso la afectó sicológicamente. En 1991 dice haber sido testigo del accidente. Su estado se deterioró y tuvo un intento de suicidio. Quienes la descalifican utilizan su deteriorada salud como excusa. Hablan de sus problemas con la Justicia y la degradan con las más bajas imputaciones para una mujer. Algunas de esas mentas son ciertas, otras burdas patrañas. Durante todo este tiempo, no le contó ni siquiera a sus padres el secreto que guardaba. Hasta que habló con el nuevo instructor judicial.
«Me voy a dedicar exclusivamente a avanzar en la causa. O descubrimos lo que pasó o cierro el expediente, pero una respuesta voy a dar». El Fiscal Javier Di Santo parece decidido a no dejar pasar la oportunidad para que la Justicia Provincial pague la deuda que tiene con la desaparición de «Ale». El flamante Fiscal está alimentado por la perseverancia del padre del niño, que no ha dejado de aportarles datos. Esta misma semana Víctor Flores y su abogado se reunieron con el Fiscal General de la Provincia. El funcionario prometió analizar la posibilidad de designar un fiscal especial para el caso y ayuda tecnológica para reiniciar los trabajos de búsqueda del cuerpo del niño desaparecido. Hasta ahora, Di Santo citó a varios testigos, hizo careos, se reunió con el anterior Fiscal de la causa. Cree y descree. Teme que por más que logre reconstruir los hechos y hallar culpables, sino encuentra el cadáver se vea imposibilitado de imputar delitos que no hallan prescriptos después de tanto tiempo. De la decena de llamados diarios con referencias de toda índole, sólo unos pocos toman estado judicial pero nada se descarta. Si hasta consiguieron predisposición para declarar de parte de un familiar de un jefe policial ya fallecido que está dispuesta a decir lo que alguna vez le comentó alguien que estaba sobre los hechos cuando ocurrieron.
En la policía hay inquietud y malestar. En los familiares de los policías sospechados también existe un estado deliberativo. Algunos hasta fueron repudiados en los comercios barriales en donde compran. Mientras unos pretenden que de una vez por todas salga la verdad a la luz, otros consideran que no hay que perder la paciencia, que con los elementos existentes la causa no avanzará. Unos están convencidos de que el monolítico silencio de los culpables (autores y cómplices por callar) no se romperá. Otros no tienen dudas que la piedra empezó a agrietarse. El escritor checo Franz Kafka decía: «A partir de cierto punto, ya no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar».¿Estará en ese o en otro punto la causa por la desaparición de Alejandro Flores?.

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