A siete años de la muerte del Rey del Pop

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Michael Jackson llevaba una doble vida que recién hoy empieza a salir a la luz. Hace poco se dio a conocer que tenía una colección de pornografía infantil y videos de tortura de animales. Pasará a la historia como el único negro blanco. Y se llevó a la tumba tanto secretos como respuestas.

Entre muchas de las cosas que la década de 1960 le dio al mundo, se cuenta la aparición de un grupo de hermanos que conformaron una banda musical llamada The Jackson 5. En esa formación se hallaba un pequeño niño afroamericano de cabello rizado y nariz ñata, con sonrisa de publicidad de dentífrico, que en el año 1975 comenzaría a transitar una carrera solista (paradójicamente, caminando hacia atrás) que acabaría convirtiéndolo en una de las personalidades más reconocidas a nivel mundial.

En 1982, el delgado Michael Jackson se puso unos pantalones ajustados color bermellón, saco al tono y ostentando pasos espeluznantes, se levantó de la tumba con el álbum Thriller. Hacer bailar a los zombis le rindió tanto que el disco se convirtió en el más vendido de la historia y con ese récord en las hombreras, el ex Jackson 5 se volvió el número uno: en el reino del pop, el negrito de rizos indomable era el rey.

Midas, el alquimista

Al golazo de los finaditos le siguió en el ‘85 una de las canciones más coreadas a nivel mundial, cuando se sumó al grupo de voces que coreaban “Somos el mundo” en la canción USA for África, que se volvió de la noche a la mañana uno de los sencillos más vendidos del planeta. El éxito pareció de pronto convertirse en una nube narcótica, tanto para el cantante como para su entorno, que comprendió rápidamente que había que galopar al costado del fenómeno.

Hay quienes dicen que cuando el dinero se vuelve un caudal potente que no para de ingresar en las arcas, el hombre común acaba perdiendo la perspectiva, y eso tal vez pueda contarse como explicación para entender lo que ocurriría inmediatamente después de la coreografía zombi: varios goles discográficos certificaron que Jackson no era sólo un fenómeno pasatista sino, muy por el contrario, una gallina con huevos de oro. Dangerous, Bad y HIStory (por nombrar algunos) fueron álbumes que pusieron al Rey del pop en la categoría de semidiós en materia de ventas. Todo lo que tocaba con sus guantes acababa convertido en monedas, y a esa altura del partido, con semejante facturación, el hombre de las medias blancas estaba listo para recluirse en su castillo y arrellanarse en sus caprichos.

Hay que tener en cuenta que, además de los álbumes, Jackson tenía en la manga un paquete de hits colocados en los primeros puestos de las listas mundiales. Y que, además, se terminó colando en el Guinness como el artista más premiado en la historia de la música.

No todo lo que brilla

Pero mientras en la superficie de la carrera de Jackson las aguas corrían briosas, por debajo había un fango en el que se vislumbraban algunos peces oscuros. Y a la vista de todos, fanáticos, seguidores, periodistas, la Justicia misma y sus colegas, el Rey del pop comenzó paulatinamente a mostrar una cara real. Bien podría decirse que la misma afición del cantante por el quirófano, esa necesidad imperiosa de tallarse la nariz y de provocarse vitiligo para cambiarse de raza, es una estupenda metáfora de su necesidad de blanquear su verdadera personalidad, pero no es conveniente abusar de las licencias poéticas cuando la realidad hace por sí sola el trabajo sucio.

El primer sopapo de realidad llegó en el año 1993, y el segundo, diez años después. En las dos oportunidades, el hombre que se mostraba afable, inofensivo y humanitario, recibió sendas acusaciones de crímenes aberrantes perpetrados en su famosa mansión acondicionada para divertir a los más pequeños.

La acusación de abuso sexual contra dos niños de 13 años en el rancho de Neverland se disolvió en una hojarasca de más de 20 millones de dólares en uno de los casos, y en una chicana judicial por falta de pruebas en el segundo. Aunque alcanzaron ambas instancias para poner en jaque a la figura y para hacer que la gente se preguntara qué ocurría de verdad con ese personaje que de cuando en cuando se asomaba por una ventana y amagaba con dejar caer un bebé desde varios pisos de altura.

Michael nunca dejó de ser un personaje de dos caras. Blanco y negro. Pocas figuras fueron tan controversiales como el Rey del pop. A poco de cumplir los 50, hace ya 7 años, se murió. Pasará a la historia como el único negro blanco. Y se llevó a la tumba tantos secretos como respuestas. Murió en el Día Mundial del Vitiligo. No deja de ser una ironía.

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