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Un fotógrafo riocuartense creó su propia cámara antigua y rescata la magia del revelado

  • Foto del escritor: Telediario Digital
    Telediario Digital
  • 6 oct
  • 2 Min. de lectura

En tiempos de pantallas y de inteligencia artificial, un fotógrafo riocuartense decidió volver a las raíces de la imagen. Gerardo González construyó, pieza por pieza, una cámara artesanal con técnica de época que no solo captura retratos sino que también funciona como laboratorio ambulante de revelado.

El aparato, bautizado “La Petro” en homenaje a su abuelo –un aficionado que revelaba en su casa y transmitió a su familia la pasión por la fotografía–, permite vivir una experiencia que combina nostalgia, arte y paciencia.

“La cámara siempre genera un negativo sobre papel y, a partir de ahí, se obtiene la imagen positiva final. En cuestión de minutos, la persona se lleva la foto en papel a su casa”, explicó González, mientras mostraba en vivo cómo se forman las imágenes.

El proceso requiere varios segundos de quietud y silencio frente al lente. No hay filtros ni retoques digitales: lo que queda impreso es el resultado de la exposición, los químicos y la destreza del fotógrafo.

“Es un viaje en el tiempo”, describió.
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La Petro, además de cámara, es un laboratorio portátil en el que el papel fotosensible reacciona ante la luz y, con ayuda de los líquidos de revelado, va dando forma a la imagen.

Para González, la iniciativa es también un modo de tender puentes entre generaciones. “Mucha gente mayor se acerca y recuerda cuando se retrataba con sus abuelos en las plazas con este tipo de cámaras. Y los chicos se sorprenden al ver cómo la foto aparece en el papel, algo que hoy resulta casi mágico”, contó.

La construcción de La Petro llevó más de un año de dedicación. González diseñó planos, buscó materiales, encargó cortes a medida y fue ensamblando cada parte hasta lograr que la caja funcionara como cámara y cuarto oscuro. “No es un proyecto para lucrar, sino para compartir la experiencia con la gente”, señaló.


Su objetivo es salir a plazas y espacios públicos para ofrecer la posibilidad de tomarse una foto “como hace 100 años”, con la intensidad de saber que esa imagen quedará para siempre en un papel físico, lejos de la fugacidad de la nube digital.



El fotógrafo ya comenzó a mostrar su creación en eventos locales, como la Noche de la Fotografía en el PEAM, y planea sumarse a encuentros de cámaras antiguas que reúnen a artesanos y coleccionistas de todo el país.

“Creo que tiene un valor educativo y cultural muy importante. En una época en la que se sacan miles de fotos con el celular que nunca se imprimen, esto devuelve la emoción de tener una imagen física en las manos”, reflexionó.

Gerardo González, además de fotógrafo, trabaja en el comercio. En sus tiempos libres, entre rollos, químicos y maderas pintadas de negro, rescata un oficio que parecía condenado al olvido. “Volver a las raíces es un hallazgo –afirma–. La fotografía analógica no es solo el resultado final, es todo el proceso que la vuelve única”.


 
 

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