Con este artículo comenzaré una serie que pretende seguir esclareciendo la temática sexual, que, a pesar de la apología que venimos observando a nivel de los medios de comunicación, ya sea oral, televisiva o escrita respecto del tema, muestran una evidente falta de códigos y prevenciones que son, ni más ni menos, de responsabilidad de aquellos que producen esos programas o notas, y con el solo fin de aprovecharse de la avidez que la comunidad tiene de “eso” que implica la palabra SEXO.
“Las generaciones han venido resultando víctimas de la represión sexual, la civilización ha impuesto severas restricciones a las satisfacciones instintivas del hombre, tanto eróticas como agresivas” (K.Horst Wrage)
La REPRESIÓN SEXUAL, se define desde el psicoanálisis, como los mecanismos de defensa del Yo, mediante el cual el psiquismo aleja de la conciencia un contenido desagradable o peligroso, en este caso lo sexual, para su equilibrio. La represión es entonces, una forma de impedir que algo se produzca ó continúe su acción; es una abstención de manifestar cierto sentimiento.
A la represión sexual la podemos ver desde dos puntos de vista: uno de tipo pasivo, es decir, aquellos individuos quienes sufren la represión y el otro activo ejercida por quienes la imponen. Esta práctica cotidiana de siglos, nos lleva a la internalización, por parte de los adolescentes, de la represión; esta internalización, consciente e inconsciente les hace venir autorreprimidos, y por un mecanismo de afirmación personal, convertirse a su vez en represores. Teóricamente, entonces, habría que distinguir entre represión consciente y represión inconsciente.
La represión inconsciente es un proceso mental mediante el cual se trata de relegar al inconsciente ciertos pensamientos y sentimientos desagradables para uno Se reprimen, es decir, son removidos, no se les deja asomar. Pese a esos intentos represivos, dichos conocimientos y afectos subsisten en el inconsciente e influyen en el comportamiento sin que el sujeto se percate de ello.
La represión de pensamientos y sentimientos, por una parte, va acumulando peligrosamente la tensión en el inconsciente; por otra parte, representa una pérdida de energía para el sujeto ya que estos pensamientos y afectos obligan al individuo a luchar sin descanso contra su reaparición de la conciencia. Se gasta más energía en reprimir un pensamiento que en realizarlo.
La represión consciente es la represión del que prohíbe, reprueba y castiga a sabiendas.
La represión sexual, de acuerdo con estas nociones básicas, trata de rechazar todo cuanto hace referencia a la sexualidad porque la considera mala, inmoral, pecaminosa, nociva, etc. Pese a ello, la sexualidad sigue siempre activa y tratar de reprimirla continuamente da origen a turbaciones e incluso puede generar trastornos sexuales.
La represión sexual es en gran parte inconsciente, pero existe también, como he dicho, la represión consciente, como la de ciertos padres y educadores, la de algunas sociedades, la de algunos dictadores, etc. En la práctica, los elementos inconscientes, conscientes y no– conscientes de la represión se entremezclan.
El sexo es, en nuestra cultura, la realidad más sujeta a prejuicios, a preconceptos y a tabúes. Sin duda que en esto influyen varios motivos; desde las influencias primitivas, aún vigentes en algún aspecto, hasta las valoraciones y juicios dependientes de ideas ético–religiosas (a su vez influenciadas por el ambiente socio–cultural) y a repercusiones cargadas de emocionalidad, de ideas ancestrales transmitidas de generación en generación. Nuestra cultura occidental tolera la sexualidad mucho menos que otras culturas.
En nuestra época, la actitud antipedagógica de los padres y adultos lleva a los niños al aprendizaje inconveniente. En la escuela, el niño va conociendo expresiones obscenas. Por debajo de los bancos circulan escritos y dibujos de contenido sexual. Las paredes de los baños empiezan a ser páginas de información activa y pasiva. A los juegos sexuales, a los que los niños han llegado por imitación de los mayores, se le califica de “porquerías”. Cuando alguna de estas cosas se descubren, los castigos suelen ser duros y sin la conveniente educación sexual ni razonamiento.
Más tarde viene los chistes y las alusiones soeces. Al dejar la escuela, todo este mundillo, sostenido por intenciones y palabras equívocas, se traslada al trabajo y allí, entre los compañeros de fábrica, oficina, etc., sigue prosperando. Total, que se puede llegar a decir, que una persona, a lo largo de su evolución no ha oído nunca hablar del tema sexual en términos dignos, serios y positivos.
En la actualidad, se tolera mucho más que antes el interés y la conducta sexual de los niños. Sin embargo, a pesar de ello, muchos individuos continúan sufriendo intensas sensaciones de culpa con respecto a sus impulsos sexuales.
Ahora bien, cuáles serían entonces las razones ó las causas de la represión sexual?
Son muy complejas, aunque los padres tienen la mejor buena voluntad del mundo, sobre ellos pesan muchas cosas, la historia misma. Los modos normales de la conducta sexual se heredan y se aprenden, es decir que la represión sexual de los padres se explica por la represión que padecieron y padecen.
La unión sexualidad-vergüenza es tan fuerte y universal que casi se puede estar seguro de que aquellas facciones de las que una persona se avergüenza en forma desmedida tiene que poseer en alguna parte un significado sexual. Todo lo sexual tiene que ser mantenido en secreto y oculto. Como consecuencia de ello, también nos avergonzamos de nuestro propio cuerpo. El tabú del sexo se ha extendido de manera predominante en nuestra cultura a expresiones y palabras referentes al mismo. Se han construido multitud de eufemismos por no llamar a las cosas por su nombre.
Es verdad que, quizá como reacción a actitudes represivas, se ha creado un vocabulario sobre la sexualidad que resulta grosero y chabacano. Lo mejor sería retornar, con sencillez, a las palabras adecuadas, sin cargar de intencionalidad otras expresiones más corrientes o más groseras. Tener siempre presente que “la sexualidad no es causa de vergüenza, es y seguirá siendo un don de Dios” (R.Grimm).
Las causas de la represión por parte de los maestros, de los educadores coinciden, en gran parte, con la de los padres. Nuestra cultura ciertamente se acerca más a la estructura represiva de la sexualidad que a la estructura liberalizadora.
Otro tanto le toca a la Iglesia en el tema de la represión sexual; la historia así lo certifica: “El reino de los cielos es la patria de los eunucos” (Tertuliano); “las personas casadas deberían avergonzarse del estado en que viven” (San Ambrosio); influido por Platón, San Agustín dio lugar a la doctrina de que el cuerpo debe ser considerado como un obstáculo para el espíritu; otro teólogo como San Gregorio Magno consideraba al acto matrimonial, “aunque lícito por ser necesario para la procreación, es siempre algo manchado e impuro…, la mujer era considerada como ocasión de pecado…”, y así muchos ejemplos más, de los conceptos que se vertían en la antigüedad que sin duda han dejado marcado su estigma en la sociedad que hoy nos toca vivir. He aquí algunos hechos: lo sexual constituye el criterio discriminatorio de la bondad o maldad del individuo; lo sexual es la vivencia más cargada de culpa; lo sexual constituye el mayor peligro, la peor tentación, el pecado más grave, etc., hasta el punto de que un niño de nuestra civilización no podrá apenas desplegar una actitud espontánea y sincera ante el amor, la sexualidad y las necesidades corporales; nuestra sensibilidad represora de lo sexual, profundamente enraizada en los fundamentos de nuestra vida cultural, emponzoña ya en sus orígenes el sentimiento vital del niño.
Y aún más, es típico juzgar la reputación u honorabilidad de una persona en relación a su vida sexual y no en base a otro código moral. Se ha hecho del pecado contra el sexto mandamiento, el gran pecado.
Es importante reconocerse que estamos sumergidos en esta maraña de represiones para poder, luego, comenzar a producir cambios en nuestra sexualidad que nos permita ser más libres de pensamientos y poder desarrollarnos intelectualmente sin tantos tabúes ni mitos, con la verdad de las cosas, reales y concretas.
La educación sexual, sentada sobre bases biológicas, psicológicas y sociales fundamentan las razones de la necesidad de acceder al conocimiento verdadero para desarrollarnos plenamente y desterrar estructuras psíquicas perniciosas que producen desviaciones en las conductas de los individuos que luego hay que lamentar-
Dr. Marcelo A. La Falce
MP: 9268
Médico Especialista en Tocoginecología – Sexólogo Clínico