Río Cuarto no escapa a la violencia juvenil. Hay grupos que se identifican con siglas y que defienden sus graffiti con violencia. Se sabe de jóvenes a quienes le quiebran la nariz o terminan con golpes en la cabeza. Cadenas, púas y manoplas son parte del lenguaje e instrumentos para defender símbolos de la identidad grupal construida de cada banda. Buscan por la violencia identidad, ser alguien, obtener a su manera, reconocimiento. Algo falla en la estructura legal de oportunidades. Todos asumen las metas divulgadas de éxito, dinero y figuración. Pocos tienen los medios institucionales de alcanzarlos. La tensión entre medios y fines genera presión y búsqueda de adaptación a la anomia social. La ruptura entre fines culturales y oportunidades de la estructura genera búsqueda de identidad en la violencia. Otros jóvenes, dejan de salir, por temor a ser golpeados por jóvenes identificados en el ambiente de una ciudad, todavía chica que no convierte a los agresores en anónimos. Como dicen lo propios juveniles, se sabe quienes son, quienes lideran y quienes los siguen. Pero así como los detienen salen enseguida. ¿Que hacer ante este vandalismo agresivo?
Uno podría pensar esto, como consecuencia de la desigualdad social irritante de la patria sojera y la educación desfinanciada. También del delito cultural pasivo. De la importación o imitación servil de los peores productos de culturas extranjeras. La saturación de violencia en los medios. La idealización de los héroes guerreros en la escuela. La admiración hasta de José Luis Borges como dice Bunge por “aquel malevo que no mataba a máquina sino a cuchillo”. El retrato del gaucho provocador y matador buscando su legitimación piadosa en el Martín Fierro. La descripción de la conquista del desierto como epopeya civilizadora contra la barbarie antes que un genocidio ranquel.
En esta nota, sin embargo, se busca apenas, llamar la atención a lo difícil que es ser joven. El riesgo que implica y el esfuerzo de comprensión y empatía que los adultos debemos hacer. Ser joven en Argentina implica una mayor probabilidad de morir sea por agresión de otros o por la propia autodestrucción del ser. Parece una exageración pero no es así. Los datos hablan por si solos.
N. Gaspio Fuente de datos. Estadísticas Vitales (2006). Información básica 2005. Ministerio de Salud de la Nación. Argentina
Como se ve los jóvenes son, antes que nada, las principales víctimas de la agresión de otros. Los que más mueren por eso. Sin embargo, la tensión de ser joven y adaptarse a un mundo que parece entenderlos poco lleva a un cuadro todavía peor.
N. Gaspio Fuente de datos. Estadísticas Vitales (2006). Información básica 2005. Ministerio de Salud de la Nación. Argentina
Muchos jóvenes prefieren no vivir, antes que transitar el camino a la vida adulta. Las tasas de suicidios por cien mil habitantes muestran que solamente los adultos mayores de 65 años se autodestruyen en mayor medida que los jóvenes de 15 a 24 años. Antes y después de esa edad juvenil el riesgo es bien menor. ¿Qué significa exactamente lo que acabamos de mostrar?
Implica que si la población joven fuera del tamaño de la población total Argentina, habría más muertes que accidentes fatales de tránsito en la actualidad. Más de un suicidio por hora. Diariamente vemos el desastre de los accidentes de tránsito. Las muertes innecesarias que dejan familias destrozadas. Lo absurdo de tener carreteras intransitables y tecnología que da potencia y velocidad que no perdonan el error humano.
N. Gaspio Fuente de datos. Estadísticas Vitales (2006). Información básica 2005. Ministerio de Salud de la Nación. Argentina
La verdad es que medido en tasas por habitante en Argentina se suicidan más jovenes que los muertos por accidente de tránsito y mueren tantos jóvenes por homicidio, como todas las personas que mueren por esos accidentes.
Algo hay que hacer por ellos. La responsabilidad es nuestra de los adultos. Es verdad que no se pueden tolerar ni púas, ni manoplas ni cadenas. Que hay que parar con las narices rotas y con el clima de temor. Pero hay también que contextualizar el problema. Hay que reconocer que antes que delincuentes los jóvenes parecen ser las víctimas de una sociedad que no los incorpora y contiene en sus crisis al crecer.
Al contrario, hoy Argentina embriagada de Gran Hermano y aparente amor por sus jóvenes, detrás del circo, y el negocio, los deja morir en manos de asesinos o en la desesperación del suicidio propio, cuando nada ya, parece justificar en sus mentes, el vivir el milagro de la vida.…