Los números de la pobreza

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Hay una realidad social preocupante: los números me dicen de la desmoralización de nuestros jóvenes cuando leemos que la desocupación es más elevada en el primer trimestre del año, que hay mas inflación; todo esto genera en toda  o en gran parte de la población joven angustia de no tener seguros…nada. Este es el escenario en el que les toca vivir. Ni que hablar cuando nos detenemos a discriminar y valorizar el trabajo infantil. Veamos los chicos en los números, lo que nos dice la OIT (Organización Internacional del Trabajo): la misma estima que hay 165 millones de niños de entre 5 y 14 años que trabajan en el mundo; cifra que equivale a uno de cada siete chicos.

En nuestro país, la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes realizada por el ministerio de Trabajo de la Nación y el Indec en el 2004, señalaba que trabajan el 7% de los chicos de entre 5 y 13 años y el 20% de los adolescentes de entre 14 y 17. A todo esto hay que agregarle los índices de pobreza e indigencia (necesidades básicas insatisfechas). La pobreza afecta a cuatro millones de personas en la Capital y el conurbano. Hay más de un millón de indigentes de ellas, 1,2 millones, es decir que no tienen ingresos siquiera para los alimentos más básicos. Se trata del 31,2% y del 9,7%, respectivamente, del total de habitantes de la región, aunque la realidad es muy diferente según qué parte del mapa se observe: los índices son mucho más elevados en el conurbano (36,8 y 11,8%) que en la Capital (13,9 y 3,1%) y tienden a agravarse cuanto más lejos vaya quedando la General Paz: en el cordón urbano más distante, la pobreza trepa al 49,1% y la indigencia, al 17,2 por ciento.
Esa diferenciación geográfica se da también con la tasa de desocupación, estimada en el 10,5% para toda el área metropolitana. El dato significa que unas 750.000 personas buscan trabajo y no encuentran, bastante más que las 530.000 que estimó el Indec para el primer trimestre del año. Mientras en la Capital el índice es del 8,1%, en el conurbano trepa al 12,3% de la población activa.
Todo este panorama lleva, entre otras cosas, a una distorsión de las conductas de adolescentes, jóvenes y adultos, deteriorando el prestigio y la eficacia de las instituciones públicas y privadas. No nos olvidemos que las coincidencias suelen ser un aviso de la historia. Vivimos momentos de complejidad en la que la crisis financiera y económica castiga al mundo entero. Pero vayamos a analizar lo que significa vivir y trabajar en nuestro país. Como síntesis podemos decir que son una acumulación de penurias, tropiezos e incertidumbres. Las mismas atemorizan y desalientan, promoviendo en nuestros jóvenes ansiedad y angustia; a esto le agregamos hechos violentos por causas nimias. Esto provocaría una disrupción en la vida cotidiana, cuyo lógico corolario, que tendríamos que evitar, una posible desmoralización sin esperanzas, que se registra en la mayoría de los habitantes de nuestro país. Sería una respuesta a los bruscos e inesperados cambios en las condiciones de vida. Ya no se puede pronosticar o hacer una prospectiva a futuro, la in-certeza se traduce en una certeza cotidiana. ¿Qué podríamos hacer como adultos responsables, para intentar revertir esta situación? La utopía sería detener y revertir esta desmoralización juvenil tomándola como un nuevo desafío, lo que significa una dura batalla que se libra en varios frentes. La comunidad es la primera protagonista. Lo bueno para nuestros jóvenes estaría que aprendan a distinguir entre promesas demagógicas y medidas eficientes, para corregir las inequidades sociales y económicas. Que los poderes públicos informen con claridad y veracidad, sobre la real situación económica, y que comenzar a transformar las redes administrativas en redes solidarias, practicando así la preocupación social mediante la cual se articularían estrategias más humanitarias para paliar la pobreza y el desempleo.
Nosotros los docentes y demás profesionales en contacto con la sociedad, debemos por un principio ético, promover un gran cambio cultural; cuando hablo de este cambio, me refiero al compromiso que deben asumir los candidatos electos a legisladores en estas elecciones, a lo que agregaríamos, desde ya lo de siempre: ciertas producciones de TV, y ciertos espectáculos que incitan a la desmesura, la trasgresión y el consumismo sin límites.
Para reflexionar: “¿Existe un medio rápido e inmediato para transformar al hombre? Y si logramos un cambio rápido ¿será duradero? El mundo no puede ser cambiado de inmediato. Ni siquiera la revolución puede producir un cambio inmediato y universal; millones de seres no pueden ser alimentados de un día para otro. Pero es importante averiguar si queremos producir una transformación, primero en nosotros mismos prescindiendo de su aspecto utilitario, propio de la sociedad consumista” (Krishnamurti)
LIC ELENA FARAH

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