UN CARTEL

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NORTON

Hace tanto y tan nada los obreros quitaron  ese cartel y fue tan rápido y eficiente que no se dieron cuenta: se llevaron parte de tu historia. Y es un desgarramiento, una mutilación, una tachadura del guión que te marcaron para vivir la vida en el centro. Algo de cada uno de nosotros está escrito en esas letras. No hablo de marketing ni de modas, hablo de contraseñas. Puede ser el final literario de una crónica de García Márquez. O un ciclo necesario del laberinto de vivir. El tiempo pasa y los hombres ya no usamos trajes. Solo los abogados y quienes más. Pero me detengo ahí. En el traje de egresados. Y en la primera vez que probé una corbata. Y ahí hubo un quiebre entre el adolescente y el muchachito que quería andar solo. Y supe que había un señor que tomaba el largo del pantalón y vení en dos días y está listo. Y la corbata me dio hombría y valor. Por ahí otra mañana lo acompañaste a tu hijo o algún casamiento festivo te obligó a la galantería perdida. Una noche escribí que en la esquina de Nortón, después de veinte años, una mujer y hombre volvieron a cruzarse.  Apenas se saludaron, sabían que detenerse en ese lugar, en esa esquina, era reencontrarse con un amor que seguía doliendo. Ambos siguieron su camino. Vas a actuar parecido. Ya no habrá referente en este caos inmemorioso en que el mundo cambia y cambia y sigue…

r.l.

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