Rabinovich anunció un hallazgo clave contra el cáncer de páncreas

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PRENSA UNRC – Descubrieron en ratones con cáncer de páncreas que inhibiendo la proteína Galectina-1, los animales viven más tiempo, los tumores progresan más lento, disminuyen su agresividad y hacen menos metástasis. Este nuevo logro científico forma parte de un estudio internacional con investigadores españoles

El cordobés Gabriel Rabinovich, reconocido a nivel mundial por sus aportes en la lucha contra el cáncer, llegó a la Universidad Nacional de Río Cuarto con una primicia bajo el brazo. Contó que acaban de descubrir una clave para el tratamiento del cáncer de páncreas, para el cual hoy no hay procedimiento curativo.

En diálogo con los periodistas, cómodamente sentado en la Sala Pereira Pinto del Rectorado de la UNRC y anticipando que se trataba de una primicia, el destacado científico, al promediar la conferencia de prensa, dijo: “Ayer acaba de salir un trabajo que publicamos en colaboración con un grupo de España, en el que demostramos que uno de los tumores más severos, para el que no hay terapia, que es el tumor de páncreas, sí se puede bloquear con un anti-Galectina-1”.

De esta manera, con la inhibición de la proteína Galectina-1 se podría tener el primer tratamiento efectivo para frenar la progresión del tipo más común de cáncer de páncreas, el adenocarcinoma ductal pancreático (conocido como PDA), para el cual, en estos momentos, no hay ningún tipo de tratamiento curativo.

Así lo determina el estudio que llevaron delante de manera conjunta Gabriel Rabinovich, del Laboratorio de Inmunopatología, del Instituto de Biología y Medicina Experimental, de Buenos Aires, y la científica Pilar Navarro, del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, de Barcelona. Ahora el camino será avanzar hacia el uso clínico de esta posibilidad, que surgió de un estudio con un modelo transgénico de ratón.

Gabriel Rabinovich vio sufrir a familiares suyos por el cáncer. Perdió a una de sus hermanas por esta enfermedad, a la que luego pudo atacar trabajando desde el laboratorio.

Científico, bioquímico y profesor universitario, se desempeña con éxito en un campo de investigación de suma importancia y genera expectativas en millones de pacientes; sin embargo, dice que eso no lo presiona para apurarse en su trabajo.

Este hombre de 49 años, que se crió entre medicamentos, puesto que su madre era farmacéutica, partió de las ciencias básicas. Ese fue el puntapié para desarrollar conocimientos con múltiples aplicaciones. Y está a punto de llegar a los pacientes

Por ahora, está trabajando con animales, con la mira puesta en hacer la etapa clínica en personas enfermas, para ver luego que sus logros se transformen en un medicamento al alcance de todos.

Rabinovich consiguió asociar la proteína Galectina-1 con los mecanismos de escape que tienen los tumores para eludir el sistema inmunitario. Esa proteína es la promotora de la reproducción y crecimiento de los cuerpos tumorales; favorece el crecimiento tumoral y la formación de metástasis. Él y su grupo desarrollaron anticuerpos para neutralizar Galectina-1 y frenar el avance del tumor.

En la UNRC, explicó cómo funciona esta molécula en la cura del cáncer; cuántos investigadores trabajan en su laboratorio; qué se puede hacer para prevenir el cáncer y la importancia de tener fuerte el sistema inmunológico.

En su extensa y prolífica carrera, este bioquímico identificó la función de Galectina-1, una proteína que ha demostrado tener un rol fundamental en los mecanismos inflamatorios y en patologías como cáncer, esclerosis múltiple y artritis reumatoidea.

El doctor Rabinovich es investigador superior del Conicet y director del Laboratorio de Inmunopatología del Instituto de Biología y Medicina Experimental, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.

Los estudios de Rabinovich permitieron identificar una nueva estrategia basada en la interacción entre galectinas y glicanos, que permite a los tumores evadir la respuesta inmunológica, crear nuevos vasos sanguíneos en el microambiente tumoral e invadir órganos.

Además, su trabajo permitió identificar un nuevo paradigma de resolución de la respuesta inflamatoria en enfermedades autoinmunes como artritis reumatoidea, esclerosis múltiple y enfermedad inflamatoria intestinal.

“Todos tenemos células malignas que son detectadas por el sistema inmunológico que las elimina constantemente”
En cuanto a la instancia por la que pasa hoy la lucha contra el cáncer, dijo: “En general, estamos viviendo una revolución muy grande con respecto al tratamiento de pacientes con cáncer”

“La palabra cáncer no tiene el mismo significado que antes. El diagnóstico de cáncer ya no es lo mismo. Y esto tiene que ver con las tecnologías para hacer los diagnósticos más tempranos, por un lado, y por el otro, con que se conocen mejor los efectos adversos que tienen los tratamientos”.

“Hay una nueva forma de tratar los tumores, que es la inmunoterapia. Durante muchos años, pensamos que a los tumores había que tratarlos solamente con radioterapia y quimioterapia, enfocando en las células tumorales en sí misma”, señaló.

Y explicó: “Cuando un tumor está creciendo, a su alrededor hay un gran microambiente, el cual se había dejado de lado durante muchos años, y es fundamental porque está compuesto de distintos tipos celulares, algunos tipos celulares se llaman fibroblastos, y está alrededor el sistema inmunológico”.

“Desde 1870 el investigador William Coley -considerado el padre de la inmunología cancerígena- veía que sus pacientes cuando tenían una infección y generaban una respuesta inmunológica, sus tumores empezaban a reducirse, con lo cual comenzó la idea de que quizás lo que hay que hacer no es matar la célula tumoral con una quimioterapia, sino estimular las defensas, la respuesta inmunológica. Esto dio lugar, durante muchos años, a intentos fallidos, hasta que llegó la inmunoterapia de punto de chequeo, que ha revolucionado la clínica y la investigación. Es un paradigma de cómo desde la ciencia básica de un descubrimiento completamente inesperado se puede llegar hasta la clínica con el tratamiento de pacientes. Y es un paradigma de cómo se tiene que cambiar la mentalidad respecto del tratamiento”.

“Todos tenemos células malignas que están creciendo, que permanentemente están siendo vigiladas por nuestro sistema de defensa, por nuestros linfocitos, nuestras células dendríticas. Hay un conjunto de células que orquestan la respuesta inmunológica. Si somos inmunocompetentes, todos tenemos un sistema inmunológico que puede reconocer y eliminar ese tumor”, dijo el visitante, demostrando que además de una enorme formación científica, posee valiosas dotes de divulgador.

Con su decir llano y entendible, ejemplificó: “Supongamos que un tumor de piel empieza a crecer. Inmediatamente las células dendríticas toman un pedacito de tumor, van a los ganglios linfáticos y avisan a los linfocitos, que son el ejército, que hay un peligro. Inminentemente, viajan a través de los vasos linfáticos, llegan a los ganglios; lo mismo sucede con un microbio que con un tumor. Así es que se activa un linfocito que tiene un receptor que reconoce al tumor y se producen miles de millones de linfocitos exactamente iguales, gracias a que la dendrítica le avisó que se está produciendo un tumor. Esos linfocitos van a la zona en la que está creciendo el tumor y comienzan a eliminar la masa tumoral”.

Aclaró: “Cuando la masa es pequeña los linfocitos son suficientes. Por eso, todas las células malignas que están creciendo en nuestro organismo son detectadas y eliminadas por el sistema inmunológico”.

Seguidamente, dijo: “Hay una hipótesis postulada por el científico Robert Schreiber – inmunólogo-, que creo que va a recibir en los próximos años el Nobel, que son las tres E de la inmunoedición de tumores – Eliminación, Equilibrio y Escape-”.

“La primera fase es la de la eliminación: el sistema inmunológico lo ve como algo extraño y lo elimina adecuadamente. Pero cuando el tumor empieza a crecer, produce sustancias que eliminan las defensas; entonces el ejército llega cerca del tumor y éste empieza a producir proyectiles que eliminan las defensas antes de que los linfocitos maten al tumor. Y ahí se entra en otras dos fases, las otras dos E. Una es el equilibrio: si uno le saca una foto se ve que el tumor está lleno de linfocitos alrededor, que no pueden reaccionar – coexiste el sistema inmunológico con el tumor, pero no lo puede matar porque lo empieza a no reconocer, se paraliza-. Y la otra es la etapa del escape: el tumor convive con algo que no le gusta -los linfocitos-, que lo quiere matar, entonces comienza a largar proyectiles y mecanismos de escape”.

“Entre estas estrategias de escape, se ha descubierto una decena en estos últimos años de mecanismos de contraataque que tiene el tumor, dos de ellas han dado lugar a tratamientos con un impacto clínico importante, una se llama PD-1 y la otra CTLA-4, son dos moléculas que están en el microambiente tumoral y que paralizan a los linfocitos T – o células-T, que son producidos en la médula ósea y que luego maduran en el timo, cuyas funciones son parte importante del sistema inmunitario adaptativo. La célula inmadura se denomina timocito, el cual durante el proceso de maduración en el timo se diferencia en linfocito T-. Hacen que los linfocitos T no puedan eliminar al tumor; están ahí, pero paralizados; se los llama linfocitos T exhaustos. No pueden reaccionar, pero eventualmente podrían hacerlo”.

Comentó que en sus primeros años de formación en Córdoba identificó la proteína Galectina-1, que por entonces no sabía cuál era su función. “Vimos que esta proteína mataba a los linfocitos-T. Vimos que los tumores producían muchísima de esta proteína, cosa que aumentaba mientras más malignos y agresivos eran. Todo esto lo plasmamos en unos de los primeros trabajos que publicamos en la revista Cancer Cell – prestigiosa publicación de biología molecular-, donde dijimos que los tumores de piel producían altos niveles de Galectina-1 para evadir la respuesta inmune”.

“Muchos laboratorios en el mundo tomaron esta proteína, comenzaron a trabajar y corroboraron nuestros resultados. Varios científicos de otros lugares del mundo y en otros tumores demostraron que no sólo sucede en el tumor de piel, sino en el de pulmón, en el glioblastoma -tumor de cerebro-”. Y ahora se sabe que también en el de páncreas.

El tratamiento con inmunoterapia no desestima a los anteriores
Rabinovich dijo que este tratamiento con inmunoterapia no desestima a los anteriores, sino que va en conjunto. Señaló que conviene la combinación de estrategias. “No tenemos que olvidarnos de la quimioterapia, quizás haya que bajar las dosis para que no sean tóxicas”, apuntó.

“La inmunoterapia consiste en potenciar la respuesta inmunológica”, comentó. Y acotó que debieron generar un bloqueo, sobre lo cual dijo: “Los que realmente funcionaron fueron los anticuerpos monoclonales, que descubrió César Milstein – Premio Nobel argentino en Medicina-. Lo que hicimos fue un anticuerpo que reconoce y neutraliza a la Galectina-1”.

Indicó que en los ensayos vieron que cuando se bloqueaba la proteína Galectina-1, no sólo que el sistema inmune mataba el tumor, sino que también disminuían los vasos sanguíneos. “Se demostró que Galectina-1, además de eliminar linfocitos T, le permite al tumor formar vasos sanguíneos”, sostuvo, a la vez que explico que “los tumores necesitan oxígeno para vivir y nutrientes, para lo cual forman nuevos vasos sanguíneos por un proceso llamado angiogénesis”.

Comentó el visitante que en los años setenta, Judah Folkman planteó que para bloquear un tumor se necesita de una terapia anti-vasos sanguíneos. Su teoría fue que las células cancerosas necesitan oxígeno y nutrientes para multiplicarse y postuló que si pudiera cortarse ese suministro se lograría la regresión del tumor. Desde ese momento, los investigadores se concentraron en encontrar cuáles eran las moléculas que causan la angiogénesis, para así poder bloquear o regular la creación de vasos sanguíneos. Y dijo que después Napoleone Ferrara descubrió que la clave era el factor de crecimiento endotelial -VEGF, según sus siglas en inglés-, y que se desarrolló un anticuerpo monoclonal para bloquearlo y dejar sin alimento a los tumores.

En ese contexto explicó parte de sus novedosos descubrimientos. “Nosotros vimos que cuando se bloquea el factor de crecimiento endotelial, Galectina-1, la misma proteína que mata los linfocitos T, se une a células endoteliales, que son las que forman vasos sanguíneos, y suplanta perfectamente lo que hacía el factor de crecimiento endotelial; forma vasos sanguíneos, con lo cual se crea una red de vascularización alrededor del tumor que le deja recibir nutrientes y oxígenos, crecer y hacer metástasis”, señaló.

Y acotó: “La solución fue bloquear el escape inmunológico y la vascularización. Para lo cual, los anticuerpos deben ser neutralizantes. Neutraliza a Galectina-1, de modo tal que el linfocito que está alrededor exhausto, puede activarse y matar el tumor”.

– Ustedes lograron bloquear la Galectina- 1. El anticuerpo fue patentado por el Conicet. Ahora tienen que recurrir a los laboratorios, que ganan fortunas con los tratamientos. ¿Teme conflicto de intereses?

– Hemos recibido ofertas de empresas farmacéuticas multinacionales para poder licenciar nuestros productos y decidimos esperar a ver qué otro programa se nos ocurre. Las empresas nos proponen licenciar las patentes que tienen el Conicet y la fundación Sales -Organización de la Sociedad Civil argentina creada en 1976, que apoya la investigación sobre cáncer-; pero eso implica que uno lo pierde de vista, como cuando da una criatura en adopción, no se sabe qué es lo que puede llegar a pasar. Hay también empresarios nacionales que demostraron interés. Y existe la posibilidad de crear una nueva startup -empresa que busca arrancar, emprender o montar un nuevo negocio-, con apoyo del Estado, lo cual protegería también a los pacientes, puesto que se podrían manejar los precios; los costos de los monoclonales son exorbitantes. Es nuestra prioridad que cuando llegue a salir esto, pueda ser accesible a todos los pacientes. Es un descubrimiento que surgió en la Argentina y debe ser beneficioso para los pacientes del mundo, pero sobre todo para los argentinos. Hemos contratado a una consultora que está evaluando todas estas posibilidades.

– Millones de personas tienen expectativas con su trabajo. ¿Cuánto falta para que haya un medicamento al alcance de todos?

– A esas expectativas las sentimos todo el tiempo. Recibo diariamente consultas de pacientes. Les digo que todos los tratamientos han tardado veinte años hasta que han llegado a la clínica. Nosotros queremos andar de manera sólida y rigurosa todos los caminos de la medicina, no queremos saltear ninguno. Lo que hicimos de modo riguroso a nivel de la ciencia básica, también lo queremos hacer a nivel de transferencia. Ahora estamos realizando ensayos preclínicos en Esperanza -Santa Fe-; ya vimos los efectos terapéuticos, ahora se está viendo la toxicidad. Todavía seguimos con animales de experimentación. Y la idea es que si los preclínicos funcionan bien de acá a tres o cinco años podamos plantear una fase clínica 1, donde se vea la toxicidad en pacientes.

– ¿Con cuantas personas trabajan en su laboratorio?

– Somos treinta personas. Hay doce investigadores de carrera, cada uno tiene sus becarios. Y ya están pensando en la posibilidad de hacer un instituto para nosotros.

Visita destacada
El científico Gabriel Rabinovich estuvo en Río Cuarto para ofrecer una conferencia titulada “Identificación de Nuevas Estrategias Terapéuticas en Cáncer y Enfermedades Autoinmunes: la Ciencia Básica como Motor Ineludible para la Transferencia”. Por la mañana, se reunió con las máximas autoridades universitarias, en un encuentro realizado en el despacho rectoral. Fue recibido por el rector Roberto Rovere, quien estuvo acompañado por el vicerrector Jorge González; los decanos de Ciencias Exactas, Marisa Rovera; de Agronomía y Veterinaria, Sergio González, y de Ciencias Económicas Susana Panella; además del secretario de Ciencia y Técnica, Juan Marioli; entre otras autoridades y docentes, organizadores de la visita.

Este destacado hombre de ciencia analiza los aspectos bioquímicos y moleculares del cuerpo humano, con el fin de diseñar nuevas estrategias terapéuticas en cáncer y enfermedades inflamatorias. Es un prestigioso investigador argentino, poseedor de una trayectoria sobresaliente, con más de 150 premios, diez patentes por sus hallazgos y más de 200 trabajos publicados en revistas científicas de renombre internacional.

Formado en la Universidad Nacional de Córdoba, el doctor Rabinovich, es un reconocido especialista en glicobiología, inmunología y biología tumoral. Y desde el año pasado es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos – entidad creada en 1863 por Abraham Lincoln, que reúne a los investigadores más destacados y creativos del mundo-.

Esta visita fue aprobada por el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Río Cuarto y organizada por la Facultad de Ciencias Exactas y la Secretaría de Ciencia y Técnica de esta casa de estudios.

Un largo camino
En diciembre último, Gabriel Rabinovich fue distinguido como Investigador de la Nación Argentina, por producir nuevos conocimientos, generar descubrimientos de impacto social y promover la formación de recursos humanos.

Nació en Córdoba el 11 de enero de 1969. Obtuvo su título de Bioquímico en 1993 y de Doctor en Ciencias Químicas de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba, con especialidad en Biología Molecular, en 1999.

Actualmente, es profesor titular de Inmunología en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y ha sido designado profesor visitante de varias universidades extranjeras, como la Universidad de Maryland (Baltimore), la Universidad de París, Dana Farber Cancer Institute (Harvard Medical School, Boston) y la Universidad de Miami.

También, en reconocimiento a sus descubrimientos, el doctor Rabinovich fue designado miembro de Ciencias en Países en Desarrollo (TWAS), de la Junta Académica de Ciencias Latinoamericanas (ACAL), como así también de la Academia Nacional de Ciencias Argentina (ANC) y de la Academia de Medicina de Córdoba (AMC).

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