Ansiedad e hiperconexión: desafíos de la crianza

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Especialistas recomiendan escuchar más a los hijos y regular el uso de las nuevas tecnologías.

En nuestras sociedades modernas, uno de los desafíos de la paternidad es intentar conciliar el mayor tiempo con los hijos con la fijación de límites amorosos, pero firmes. Las crecientes demandas laborales de productividad, que muchas veces les quitan a los padres la posibilidad de compartir más tiempo con sus hijos, se suman a la sensación de orfandad del padre ausente que sienten muchos niños y adolescentes que comparten poco tiempo de calidad con ellos.

¿Cómo se puede lograr ser un buen padre o una buena madre en estos tiempos modernos, mediatizados, además, por las nuevas tecnologías y por el surgimiento de nuevos tipos de familia? “Si uno pudiera escribir un libro sobre cómo ser buen padre o madre, ya lo hubiera escrito, pero no lo hicimos porque no se puede. No hay recetas para serlo, se trata de conectarse con cada hijo y este vínculo con cada uno es una experiencia única”, admitió la psicopedagoga Liliana González, quien disertó en agosto junto con la médica Juana Presman en el Centro Cultural Galileo sobre el desafío de la paternidad.

La conferencia estuvo organizada por la Fundación Padres en Red, integrada por un grupo de padres y profesionales interesados en acompañar a los hijos en la realidad que les toca transitar. “Se debe tomar conocimiento de lo que les acontece a los hijos y su entorno: síntomas, conductas de riesgo y sus consecuencias”, explicó su presidenta, María Pilar Aliaga.

En su disertación, González señaló que es fundamental preguntarle a los hijos “¿cómo se sienten?”, más que “¿cómo les fue en la escuela?”. “A veces sucede que la chica de sus sueños se enamoró de otro, o no lo invitaron a un cumpleaños de un compañero, o lo dejaron solo. ¿Quién escucha estos sufrimientos de los niños y adolescentes?”, reflexionó.

González opinó que los psicopedagogos intervienen en situaciones que podrían resolver los padres con una relación más cercana con sus hijos. “A veces, los padres de mis pacientes me preguntan: ‘¿Cómo hago para darme cuenta de que mi hijo es feliz?’. Y pienso: ‘¿Es posible una niñez o una adolescencia feliz?’”, describió. Y agregó: “Los padres también me dicen: ‘Yo no quiero que mi hijo sufra, ¿pero cómo se hace para evitar todos los sufrimientos?’. De lo que se trata es de ayudarlos a ejercitar su capacidad de resiliencia, eso los hace más fuertes y los ayuda a crecer”.

En la crianza de niños y adolescentes, uno de los desafíos es encontrar los equilibrios. “Los padres se equivocan en muchas cosas, pero aciertan en otras. Tienen expectativas y también decepciones en la tarea de ir creciendo, viviendo y madurando con los hijos”, sostuvo 
Presman, autora del libro Decir que no .

Desde su perspectiva, los adolescentes cambiaron y están desorientados. Dijo que se observa una aceleración de los procesos, tanto en lo referido con el comienzo de la menarca en las niñas, como en las relaciones sexuales en ambos géneros (en niñas, entre 15 y 16, y en niños, entre 14 y 15 años).

“Es común en el consultorio escuchar a padres que dicen ‘ya me va a tocar’, ‘me falta poco, ya tiene 12’, o ‘ya pasó, mi hijo tiene 19’”, graficó. “Veo que se vive la adolescencia como una etapa difícil para los padres, como si fuera un alud”, reflexionó.

Sin embargo –advirtió–, más que como una etapa de sufrimiento, es más saludable para los padres considerar la adolescencia como un desafío divertido, “como una prueba y no 
como algo insalvable, en la que tenemos algo por descubrir”, propuso.

La especialista en medicina interna también consideró que muchos padres temen poner límites por comodidad o miedo. “Hay algunos que tienen miedo de que los chicos se enojen si les dicen no a algo. Que se enojen, ¿cuál es el problema?”, remató. Y recordó: “Los adultos estamos para contener, acompañar y poner límites”. “Algunos padres también expresan ‘nos agarró cansados’, surge así el tema de la comodidad para poner límites y decir que no, porque 
es más fácil decir que sí”, completó.

Hay padres que tienen que dejar a sus bebés en las guarderías a los 45 días y no pueden evitarlo, porque no tienen con quién dejarlos. Otros, regresan de trabajar tan cansados a su hogar que sólo quieren ir a dormir. “Pero hay otros que son muy narcisistas. En el consultorio vemos una orfandad de los padres que pudieron estar pero no están, que siempre tienen algo más importante que hacer fuera de sus casas”, recalcó González.

La psicopedagoga cree que hay más niños con hiperactividad, atención dispersa, resistencia a la lectoescritura, problemas alimentarios y de sueño, adicción a la tecnología, violencia física y verbal, depresión e instinto suicida, madurez precoz ficticia (que toman decisiones de adultos pero siguen siendo niños) y estrés. “Si no les va bien en la escuela, rechazan la comida, algo les pasa, y los padres a veces dicen ‘¿qué tengo que ver yo con esto?’”.

Horizontalidad

Antes, el saber estaba sólo del lado del adulto, pero ahora el conocimiento se ha horizontalizado y democratizado en la familia. Uno de los desafíos es escuchar a los chicos, “porque ellos tienen saberes interesantes y necesitan compartirlos. A veces percibo que muchos chicos están solos”, expresó González.

“Internet nos cambió todo, los chicos juegan muchísimo, se conectan con juegos increíbles, pero en forma virtual. Por eso, como padres tenemos que ayudar a regular un acceso cuidado a las redes”, sugirió Presman. Remarcó la necesidad de inculcar una autorregulación del uso de Internet en los niños y adolescentes hasta que las leyes contemplen el uso de estas nuevas tecnologías.

“La hiperconexión no resuelve la soledad y la angustia de los niños”, remarcó en tanto la psicopedagoga.

“En el mundo virtual hemos dejado solos a los chicos, hay muchos niños hiperconectados que en la escuela están hiperactivos y aburridos”, concluyó González.

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