Cáncer de próstata: hábitos alimentarios

0
Compartir

Factores de riesgo en el patrón alimentario, por ejemplo, pueden reconocerse algunos aspectos que sería necesario modificar para ayudar a prevenirlo.
El cáncer de próstata es el tercero más frecuente en hombres a nivel mundial. Se estima que el número de nuevos casos por año en todo el mundo es de 900.000 y es el diagnosticado más frecuentemente en países desarrollados. Esto se debe, tal vez, al mejor acceso a métodos diagnósticos. Sin embargo, otros factores deben incidir en añadidura, pues el número se incrementó también en países en vías de desarrollo.
De acuerdo con estudios publicados por nuestro grupo de investigación, Epidemiología Ambiental del Cáncer en Córdoba, que desarrolla sus tareas en el Inicsa-Conicet y Escuela de Nutrición (UNC), elaborados en base a datos del Registro Provincial de Tumores, en la provincia el cáncer de próstata es el segundo más frecuentemente diagnosticado en la población masculina, precedido sólo por el cáncer de pulmón. Según un estudio realizado por el grupo, se reportan aproximadamente 35 casos nuevos cada 100 mil hombres. Esta incidencia es similar a la de otros países de Latinoamérica, con excepción de Uruguay, que presenta una tasa superior, de 102 casos por 100 mil habitantes, y también inferior a las de Estados Unidos y países europeos, los cuales presentan tasas de 80 a 120 casos cada 100 mil habitantes.
Sin embargo, la mortalidad por cáncer de próstata reflejó una tendencia decreciente en la mayoría de las áreas más desarrolladas del planeta en las últimas dos décadas. En algunos países sudamericanos, entre ellos Argentina, y específicamente en Córdoba, la mortalidad por cáncer de próstata también mostró una tendencia decreciente desde finales de la década de 1990, como reportan Loria colaboradores y Niclis y colaboradores. El riesgo de desarrollarlo está asociado con diversos factores biológicos, ambientales y otros relacionados con el estilo de vida de las personas, poco identificados, que son objeto de nuestras investigaciones en colaboración con otros centros nacionales e internacionales. Dichos factores forman una compleja red causal y dilucidarlos puede ayudar a tomar medidas preventivas para evitarlos y disminuir el riesgo de desarrollar este cáncer.
La incidencia es mayor a partir de los 65 años y, de acuerdo con numerosas y diversas investigaciones de los últimos años, se identificaron algunos factores de riesgo para su desarrollo. Estos factores no determinan que la persona expuesta desarrollará un cáncer de próstata, pero implican un aumento en la probabilidad de que aparezca. Los más comúnmente asociados incluyen los antecedentes familiares y se observa un mayor riesgo en personas cuyos padres o hermanos lo hayan padecido. También influyen los antecedentes étnicos, ya que es más común en hombres Afroamericanos, y los estilos de vida poco saludables, como los hábitos alimentarios inadecuados, el sedentarismo y el tabaco.
La hipótesis de que factores ambientales influyen sobre su desarrollo y el de otros cánceres cobra fuerza a partir de los cambios en las tasas de incidencia en poblaciones que realizaron emigraciones masivas o que adoptaron hábitos denominados “occidentales”, especialmente los alimentarios.

Modificar para prevenir

Las investigaciones permiten identificar factores potencialmente modificables con fines preventivos, como el estado nutricional, la actividad física y la alimentación. Se estima que, a nivel mundial, alrededor del 30 por ciento de los casos de las diversas variedades de cáncer están asociados con la dieta y hábitos nutricionales, por lo que un tercio podría evitarse si se mantuviera 
una alimentación equilibrada, un peso corporal saludable y actividad física moderada regular.
Entre los múltiples componentes de la alimentación que fueron indagados en relación con cáncer de próstata en numerosas investigaciones epidemiológicas –de las cuales las nuestras fueron pioneras en Argentina–, se destacan el consumo elevado de carnes rojas, carnes procesadas (embutidos, curtidos) y alimentos grasos, así como los patrones alimentarios caracterizados por elevados consumos de carnes rojas, huevos y cereales, los cuales podrían jugar un rol promotor para el desarrollo. Por otro lado, el consumo de frutas y vegetales, especialmente aquellos ricas en licopenos, como el tomate y sus derivados (salsas, puré, extracto), el pomelo rosado y la sandía, tendrían un rol protector para la ocurrencia de este cáncer, como analizan Niclis y colaboradores. Diversos estudios señalan que las personas que no realizan actividad física de manera regular y las que presentan sobrepeso también tendrían más chances de desarrollarlo, especialmente en sus formas más agresivas.
El tabaco resulta ser otro importante factor de riesgo, no sólo por las sustancias cancerígenas, sino también por el efecto que tiene sobre otros factores y hábitos, como la dieta. Se ha observado que, si bien el consumo de hortalizas disminuye el riesgo de padecer cáncer de próstata, en las personas fumadoras el efecto protector de estos vegetales parece ser menor que en las que no fuman. Asimismo, según Román y colaboradores, los fumadores presentan mayor riesgo ante consumos elevados de alimentos grasos, carnes procesadas y bebidas azucaradas, que los no fumadores.
La alimentación típica de los argentinos se compone de un alto consumo de carnes, generalmente acompañado de alimentos ricos en almidón y muy pobres en fibra como los cereales, las pastas y la papa, con escasa y poco variada ingesta de verduras y frutas. En este patrón alimentario pueden reconocerse algunos aspectos que sería necesario modificar para ayudar a prevenir el cáncer de próstata. Se recomienda aumentar el consumo de cereales integrales, legumbres, hortalizas y frutas variadas, por ser alimentos fuente de fibra y numerosas vitaminas, minerales y otros compuestos de reconocido efecto protector. Asimismo, la moderación en el consumo de grasas, carnes procesadas y bebidas azucaradas, acompañada de actividad física regular, el mantenimiento del peso corporal dentro de parámetros saludables y eliminar el hábito de fumar son acciones que pueden ayudar a prevenir esta y otras enfermedades asociadas y que deben instaurarse desde muy temprana edad.
Se destaca también la importancia del acompañamiento por parte del Estado a través de políticas de salud orientadas a la prevención del cáncer. La identificación de grupos vulnerables, el diagnóstico oportuno y otras acciones tendientes a favorecer estilos de vida saludables como el control del tabaco, la creación de espacios para realizar actividad física y alentar el consumo de alimentos saludables mediante la regulación de los precios y la publicidad, la supervisión de lo que se ofrece a los niños y adolescentes en las cantinas de las escuelas y colegios, son medidas preventivas sencillas, necesarias y efectivamente útiles para controlar la creciente incidencia del cáncer.

Fuente Conicet Córdoba

facebook-logo Horacio Vivir Mejor

 

Commentarios

commentarios

Compartir

Dejar una respuesta