Lo que sangra en la cúpula – La Biblia y el Calefón

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«Yo he sido y soy el líder del justicialismo cordobés desde hace muchos años», afirmó el caudillo peronista ante la prensa, tras un breve intervalo en la charla con «la mesa chica» del PJ local. De la Sota se lo cree y ahora necesita que nadie lo ponga en duda. El gallego volvió a la escena pública y tembló el peronismo. La ciudad en cambio lo vio cruzar apresurado una de sus esquinas más transitadas sin inmutarse. Cuando el poder se va la indiferencia se asume inevitable. De la Sota detesta verse como un ex.

Por Pablo Callejón (pjcallejon@yahoo.com.ar)  – En la esquina de Constitución y Rivadavia el ex gobernador se parecía demasiado a un ciudadano común. Los peatones y vehículos no cedían ante la prisa de media tarde y la figura del otrora hombre fuerte de la Provincia se disimulaba en el caos del microcentro.
José Manuel de la Sota se dejó guiar por su conductor particular hasta el bar céntrico donde lo esperaban un puñado de dirigentes justicialistas lanzados a sustentar en la ciudad el operativo regreso.
De la Sota no perdió los gestos de seducción, aunque ya no lo acompañe el encanto del poder. Un par de saludos, alguna seña con el brazo para la mesa del fondo, y nada más. En ese lugar donde la historia ya tomo varios cafés «el Gallego» descargó su oratoria para los fieles ortodoxos a su figura.
Los más optimistas del delasotismo afirman que ganaría «por paliza» una interna con el schiaretismo. «Schiaretti no puede ser reelecto y los intendentes no van a aceptar que le impongan  otro Mondino. Pero, si el gobernador pierde la interna le sumaríamos otro empujón de debilidad a su gestión», afirmó un aliado del ex mandatario.   
De todos modos, admiten que si el resultado es la derrota ó un triunfo por la mínima «el proyecto de De la Sota se pone cuesta abajo».
«Yo he sido y soy el líder del justicialismo cordobés desde hace muchos años», afirmó el caudillo peronista ante la prensa, tras un breve intervalo en la charla con «la mesa chica» del PJ local. De la Sota se lo cree y ahora necesita que nadie lo ponga en duda.
«Los peronistas son flexibles en sus posiciones. El imán es donde está el poder porque allí están los fondos y cargos. Los intendentes quieren al gallego pero difícilmente le enrostren un desplante al gringo. ¿Sino, por qué los salen ministros y legisladores a defender a Schiaretti y a cuestionar a De la Sota? A este gobierno le faltan dos años y dos años es mucho», indicó.
Públicamente, el ex gobernador quiere mostrarse como un hombre de consensos, capaz de limar asperezas y quitar la sal de las heridas. De esta forma aspira a ser el conductor del justicialismo cordobés a quien le adjudica, sin decirlo expresamente, parte de las culpas por el tercer puesto del 28 de junio. Sin embargo, en la intimidad, De la Sota se enfurece cada vez que le nombran a algunos ministros de Schiaretti -en particular, Sosa y Caserio- y a los referentes de la Provincia en Río Cuarto -Marisa Arias y Carlos Gutiérrez-, a quienes les recordó que en la última elección sacaron la mitad de los votos que venía obteniendo Unión por Córdoba.
En el PJ recuerdan que el hombre que durante 8 años construyó un espacio de poder sin ninguna derrota en el haber provincial fue también el gestor de la figura de German Kammerath que decidió la suerte electoral adversa para el peronismo de la Capital por muchos años. 
A De la Sota le irrita que lo traten de prescindente en las legislativas y ayer decidió blanquear su posición: «Me ofrecí y me dijeron que la nueva conducción llevaba adelante la campaña. El gobernador dijo: a esta campaña me la pongo yo en mis hombros. Claramente cuando a uno no lo requieren ni para elegir la propuesta, ni la estrategia… Yo estaba esperando que me dijeran algo» 
La molesta transición en silencio que decidió adoptar durante un poco más de un año quedó definitivamente en el pasado. Ahora, De la Sota y sus voceros se encargan de que se conozca cada acto para que la reaparición pública no sea solo un gesto sino la reconstrucción de la imagen del hombre que podría decidir la suerte del justicialismo cordobés en el 2011.
Los schiaretistas están convencidos de que «vienen por todo» y están dispuestos a soportar el embate. No quieren un bunker de gobierno en las sombras del country ni consolidar un debilitamiento mayor en la imagen del Gobernador que dibuja un frágil equilibrio entre las enclenques finanzas y el ahogo de la Nación.
El gallego volvió a la escena pública y tembló el peronismo. La ciudad en cambio lo vio cruzar apresurado una de sus esquinas más transitadas sin inmutarse. Cuando el poder se va la indiferencia se asume inevitable. De la Sota detesta verse como un ex.

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