El diálogo político

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Después de la derrota electoral, se llama al diálogo político. Primero en la versión Presidencial sobre todos los temas: “Economía, democracia y sociedad” según se dijo.  Luego, en la versión Ministerial, lo central parece discutir la instalación de internas abiertas y el sistema de financiamiento de los partidos políticos. La cuestión no es si mejorar el sistema político es bueno o malo. Obviamente que es bueno y absolutamente necesario. La pérdida de la representatividad de la democracia Argentina parece un chiste.
Sin embargo, ¿quien puede olvidar todo nuestro pasado reciente? ¿Quien puede olvidar que desde el partido Justicialista la elección presidencial del 2003 fue apenas una interna Peronista por la manipulación del propio sistema electoral? ¿Como no recordar el desprecio que sintió el mismo Congreso por parte del matrimonio Kirchner? ¿Cómo no recordar que en las épocas del esplendor del poder de Nestor Kirchner no contaban ni senadores ni diputados y si apenas los dos Fernandez y su esposa? ¿Como no recordar ese pasado que muestra que la actual Presidenta nunca se sentó a dialogar en su campaña electoral? ¿Como no pensar que Cristina le daba en realidad la espalda a los Argentinos viajando por el mundo?

 Parece mentira pero el Gobierno que eligió en la cama matrimonial a Cristina Kirchner como sucesora de Nestor Kirchner, que redujo todo al entorno de una mesa chica de menos de cinco personas, que adelantó las elecciones, que generalizó el mamarracho de las candidaturas testimoniales, que perdió en las elecciones ahora propone el mejoramiento del sistema político. Ahora, recién ahora, se acuerda de mejorar la representatividad y legitimidad del sistema. De repente se busca borrar en un instante todo lo que fue un plan elaborado de manipulación política y ataque a la institucionalidad. Realmente cuesta creerle a este Gobierno perdedor.
En segundo lugar el Gobierno parece entender poco lo que pasa en el país. La economía está en una fuerte recesión, las ventas han caído en porcentajes alarmantes. Los centros turísticos están vacíos. Las tiendas reducen precios para vender. Todo indica que la situación fiscal ya debilitada será peor en el futuro. Habrá fuertes vencimientos de deuda. No hay más dinero que sacar de las cajas debilitadas por estos funcionarios para dar crédito hasta a filiales de automotrices extranjeras a una tasa de interés cercana a la inflación (no explicitada) o sea a intereses nulos que terminarán licuando el dinero de los jubilados. En medio de la recesión y necesidades fiscales crecientes, el gobierno se debilita mientras Moyano sigue en control de los fondos de salud y obtiene cifras de aumento privilegiados en relación al resto del país. Un Gobierno no creíble entonces, en medio de la recesión propone discutir desde su porpia debilidad, la representatividad y legitimidad del sistema político. Los electores miran atónitos. Al menos, dicen algunos, se deberían contemplar también las urgencias que siente la población ante la inactividad económica, la debilidad fiscal que arremete con tarifasos que demuelen el bolsillo y la bronca de ver que ni siquiera el mensaje de las urnas entiende el Gobierno que se abroquela y sigue con su estrategia autista.
Este país ha sufrido por demasiado tiempo la omnipotencia del poder en las manos de un solo hombre. Ese que demolido en las elecciones viene a decir que sufrió las consecuencias de la vieja política. La que el mismo abrazó con todas sus fuerzas. Ese que se transformó como decía Alberdi en el hombre ley o el hombre código. Que con un simple llamado telefónico a sus legisladores súbditos impidió declarar la emergencia sanitaria aunque el país esté lleno de dengue y otras enfermedades infecciosas que cobran vidas por doquier. Este es un país que en vez de usar la constitución ha usado la voluntad discrecional de un individuo. Este es un país que merece la severidad de la ley para salvarse de los desatinos de un político extraviado.
Este es un país que requiere medidas urgentes como eliminar superpoderes, dar libertad de precios, terminar con las distorsiones de los subsidios, dar a las Provincias lo que les corresponde, reconocer los contratos incumplidos pero por sobre todas las cosas reconocer que sólo la constitución es inmutable. Que las elecciones han repartido el poder entre muchos partidos y hombres para hacer del Gobierno el encargado de hacer cumplir la Constitución pues la Constitución en si misma no es otra cosa que la organización del Gobierno.
Lo que el pueblo ha pedido con las urnas es el respeto a un Gobierno dividido en tres poderes elementales destinados a hacer, interpretar y aplicar la ley. Este es un país que hoy mas que nunca debe estar atento. La debilidad del Gobierno puede llevarlo a querer legislar por unos meses hasta cuando cambie la composición de las Camaras en Diciembre. El país en consecuencia tiene urgencias y riesgos. Tiene urgencias de volver a la Constitución y a sus leyes. Tiene riesgos de caer en discusiones ineptas y pueriles. Veremos de que lado está el diálogo político que se viene…
Roberto Tafani

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