Que no falle el olfato – La Biblia y el Calefón

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La novedad es la premisa, aunque de nada sirve sino molesta, acciona la crisis y advierte lo que está mal. Créame, para el periodista las malas noticias son las que importan. No es pesimista ni pájaro de mal agüero. Ya habrá quienes se ocupen de los buenos gestos y las obras publicitadas. El periodista descubre e irrita. Su olfato lo lleva por el mal camino de los otros y debe sortear las piedras, algunas demasiado altas y duras…

Por Pablo Callejón (pjcallejon@yahoo.com.ar) – Las mañanas del periodista adquieren la celeridad del cierre de redacción. No hay despertares cansinos ni silencios absolutos. El primer bostezo tiene la premisa del sacudir de ideas. La noche anterior apenas fue la antesala de la primicia que se revela incipiente. El diario se devora más a gusto que la medialuna de manteca y el café se enfría aunque nunca el periodista se desprende de la tasa.  Nada mejor que los dedos mullidos de tinta negra pero si el diario aparece por internet también sirve.  Se abren uno y más sitios. Le carcome el alma el anticipo que se perdió. Nada lo relaja. El café volvió a enfriarse pero ya no hay tiempo. 
La novedad es la premisa, aunque de nada sirve sino molesta, acciona la crisis y advierte lo que está mal. Créame, para el periodista las malas noticias son las que importan. No es pesimista ni pájaro de mal agüero. Ya habrá quienes se ocupen de los buenos gestos y las obras publicitadas. El periodista descubre e irrita. Su olfato lo lleva por el mal camino de los otros y debe sortear las piedras, algunas demasiado altas y duras.
Sentirse lejos de la noticia puede ser tan molesto como no hallar el carretel después de toparse con la punta del ovillo. Si logra resolver la trama será dueño de una ventaja que se apresurará en compartir. La noticia no le pertenece. Se somete a la voluntad de quien la recibe. Se convierte en su derecho. El periodista ha vivido el éxtasis de descubrir lo que ya no podrá permanecer oculta. La noticia está en el aire, se imprime en primera plana. Es audio e imagen. Se escribe y se relee. La misión parece cumplida, pero es solo la antesala de un intervalo que fenece sin sostén. El periodista no puede pegar el ojo. Piensa en cuánto queda por descubrir.
No será juez ni lanzará la primera piedra. El periodista las recoge, las interpreta y cuenta lo que pasó. La realidad no siempre es tan real, pero su verdad es la premisa. Los documentos, las fuentes, el oro y el moro.  El periodista no es el medio sino quien genera el recurso. La materia prima pasará por el filtro de sus ideas y la fragmentación de los hechos. El todo requiere el hallazgo de lo importante. No estará solo en esa empresa. El periodista no vende ni se vende. Su producción se sirve caliente en un plato que le dejará a otros los réditos. El periodista sabe que su profesión es la manera más divertida de no ser adinerado.  Lo sabe y se lamenta. Pero no hay caso, el periodista no será víctima de su abandono.
Nunca deja de pensar como periodista. Es enfermizo pero necesita sufrir el estrago que lo revive.   Confronta intereses ajenos y próximos. Hay quienes buscan callarlo y quienes estiman que lo más correcto es que se calle. Se resiste. La conveniencia de algunos es casi siempre lo menos conveniente.  El periodista depende del medio aunque a veces sus medios se reducen a si mismo. La noticia es su valor supremo y  la verdad es la dignidad que lo sustenta.
Los hay mejores y peores.  El periodista es el provecho de una sociedad que debate. Hacer periodismo es multiplicar ideas y hechos. La información, como señala El periodista, no es un privilegio sino un derecho social. La prioridad es decir la verdad aunque duela, se resista y sea poco redituable. El periodista sabe que no son buenos tiempos para la actividad en que resiste. No le importa. Deja enfriar el café mientras putea al silencio. Se jura volver a caer en su misma trampa. Se acalambran los secretos que disimulan el mal paso. Que no le falle el olfato. 

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