La democracia mal entendida

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Los argentinos nos encontramos en un punto crucial de nuestra historia en el que una elección legislativa ha adquirido una importancia inusitada. Nunca antes se habían puesto tantas expectativas en la elección de diputados y senadores. Es que tampoco nunca se había visto que un Gobierno decayera tanto en su nivel de credibilidad en tan poco tiempo.

Es que el Gobierno nacional se encuentra encerrado sobre si mismo luego del conflicto con el campo. La mayoría de los partidos de oposición se han abroquelado en alianzas de mayor o menor grado de consistencia con la mira puesta en quitarle la mayoría automática, al menos en la Cámara de Diputados. Esto hace que el kirchnerismo vaya perdiendo aliados regionales o provinciales y que sólo le queden aquellos gobernadores e intendentes a quienes ha venido sometiendo con su chequera: obras y planes sociales son la moneda de cambio para conseguir votos de donde sea.

En ese contexto, Néstor Kirchner no pudo encontrar cabezas de lista presentables ante la gente en los principales distritos, lo que llevó a la aparición de las denominadas “candidaturas testimoniales”. Esto es, candidatos que, gracias a que se encuentran en cargos de alta exposición pública, tienen todavía elevados índices de popularidad. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el jefe de Gabinete, Sergio Massa, son los casos paradigmáticos. Ninguno de los dos, seguramente, dejaría sus cargos ejecutivos para ingresar al Congreso Nacional. Es más, Scioli lo reconoció inicialmente pero en las últimas semanas negó sistemáticamente haber dicho que, llegado el momento, no asumiría: renunciaría a su banca y seguiría manejando los destinos de la provincia más poblada del país.

Más allá de lo que finalmente resuelva la Justicia, ya que al cierre de esta edición se esperaba una decisión en la esfera electoral, el tema tiene profundas implicancias éticas, ya que en los hechos se trata nada más –y nada menos- que de un engaño hacia quienes ejercen el derecho a votar a quienes creen que los representarán mejor. El problema es que, más allá de las expectativas de la gente, el propio candidato sabe que lo está engañando, que ha puesto su nombre para obtener un voto que no está cumpliendo con el propósito esperado: que ese candidato ocupe la banca para la que sería elegido.

Así las cosas, los argentinos vemos cómo el kirchnerismo le sigue mintiendo a un pueblo que confió en un proyecto distinto. Las candidaturas testimoniales terminan siendo, en los hechos, tan mentirosas como el tren bala, las autopistas, las compensaciones a los pequeños productores y la reactivación de la economía, entre otras promesas incumplidas.

Sociedad Rural de Rio Cuarto

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