Ojalá octubre – A 25 años del regreso a las urnas

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Por Guillermo Geremia – El 30 de octubre nació el segundo hijo de Juan y María. Ella se lamenta de no poder ir a votar. En el voto de Juan va el anhelo desesperado en que la democracia le devuelva el trabajo que le hizo desaparecer la dictadura. No respeta el mandato peronista paterno y pone completa la Lista 3. Necesita confiar en un cambio que con el tiempo se reprochará….

Siete horas. Juan apaga el reloj sin haber consumido todo el sueño. Reacciona rápido para que no se despierte María, su esposa. Con una panza de 8 meses de embarazo, a ella le cuesta descansar. El no volvió a dormir tranquilo desde que perdió el trabajo. El proyecto de familia numerosa chocó con la realidad del desempleo. Desde que lo echaron de la metalúrgica trabaja en negro en una tornería. La casa es chica. En la pieza de al lado duerme su hija de 5 años que nació cuando Kempes metía y metía goles en el mundial. Prende la radio y escucha que la inflación del último mes fue del 20 % en la ciudad.

«La ciudad de Río Cuarto es tranquila», aseguró el recién asumido jefe de la Unidad Regional 9 de la Policía de Córdoba, Comisario Mayor Osvaldo Santucho. La idea de tranquilidad suena absurda después de siete años de dictadura. Parecieron siete décadas. Faltan pocos días para volver a las urnas y los riocuartenses tienen diez candidatos para elegir. Sólo dos aparecen con posibilidades concretas. Dos abogados que representan a los partidos tradicionales: Miguel Angel Abella por la Unión Cívica Radical y Esteban Miguel Llamosas por el Partido Justicialista.

Con ciento diez mil habitantes, Río Cuarto ya tiene los problemas de las ciudades grandes. Un relevamiento realizado por la Escuela Domingo F. Sarmiento de barrio Abilene determina que al menos 500 personas se dedican al cirujeo. Todos los candidatos al Sillón de Mòjica prometen solucionar el problema. Abella, que se presentaba como «El hombre que cumplirá», ganó las elecciones. Cuatro mil votos fue la diferencia. Angeloz en Córdoba y sobre todo Alfonsín en la presidencia, son la  esperanza en que otro país es posible. La mayoría todavía desconocía las verdaderas heridas de la dictadura. El día «V» fue muy esperado , el voto popular regresó el 30 de octubre.

El 30 de octubre nació el segundo hijo de Juan y María. Ella se lamenta de no poder ir a votar. En el voto de Juan va el anhelo desesperado en que la democracia le devuelva el trabajo que le hizo desaparecer la dictadura. No respeta el mandato peronista paterno y pone completa la Lista 3. Necesita confiar en un cambio que con el tiempo se reprochará. Ahora son cuatro para mantener. La nena ya esta en el jardín de infantes y con el regreso de las urnas llegó Sebastián. Cómo no darle una oportunidad para comer, para curar y para educarnos a la naciente democracia.

La naciente democracia le dió poco crédito a los flamantes gobernantes electos. Más temprano que tarde los problemas de la realidad hicieron olvidar de dónde veníamos. Abella lanzó un ambicioso plan de obras. Las viviendas del Banco Hipotecario, los desagües pluviales y  la red de gas natural dejaron de ser promesa. Con eso le alcanzó para buscar y conseguir la reelección.

También  la democracia llegó a la universidad y tras la normalización se eligió al primer rector. La asamblea consagró a Roberto Seiler, un ingeniero agrónomo de extracción radical.

En el segundo mandato de Abella la economía se complicó. Un lock-out patronal dejó sin transporte urbano a la ciudad  y los empleados municipales pararon el servicio de recolección domiciliarias de residuos. El incendio de los números lo apagó el secretario de hacienda, Benigno Rins, un joven contador con muchas ambiciones a quien pronto todos llamarían por el sobrenombre.

El sistema institucional tambaleo más de una vez pero no se derrumbó. Ni los militares acorralados por la justicia, ni la oligarquía acostumbrada a la renta fácil lograron doblegar la voluntad de una sociedad resuelta a no volver al pasado pese a todos los problemas. 

Los problemas económicos de Juan se profundizaron. Una hija entrando en la adolescencia y el varón de ocho años en la primaria son demanda mayor. Con la tornerìa ya no alcanza y ahora también prueba con manejar algunas horas por la noche el remise que tiene un amigo. El sistema es nuevo y se presenta como un buen negocio. María, además, hace arreglos de costuras para algunas vecinas. A veces la pasaron mal pero el orgullo los hizo resistirse a aceptar las cajas PAN. Juan siempre pudo parar la olla y no va a dejarse humillar por un puñado de comida. En eso le va la autoridad.

Con autoridad Benigno Antonio Rins ganó la Intendencia. Era punto y se transformó en banca. Carlos Menem ya hacía dos años que estaba sentado en el Sillón de Rivadavia. Después de la hiperinflación y los levantamientos militares, la Argentina encontró en la convertibilidad la salida económica que no dio el Plan Austral. Menem, que era por esos días rubio y de ojos celestes, no pudo por el mal tiempo llegar a la ciudad a juntar votos para Candini y así, Rins retuvo la Municipalidad. Debieron pasar 36 años para que un Intendente electo democráticamente le entregue el mandato a otro surgido de la voluntad popular. Pronto, el «Toño» se subió a la ola de Cavallo -por entonces superministro de economía- y concesionó el servicio de recolección de residuos. El nuevo intendente todos los días prendió una vela en el altar del pragmatismo. Hizo tanta obra como deuda generó. No fue un ejemplo de austeridad aunque se colgó las medallas de hacedor.

Con 135 mil habitantes la ciudad ya tenía dolores de gran urbe. El misterio y las sospechas por la desaparición de un niño de cuatro años y el dolor que golpea sin piedad por la violación y muerte de una adolescente.

Adolescentes ya son los hijos de Juan y María. La nena termina el secundario pero no quiere seguir la universidad. Entra a trabajar de empleada de comercio en una casa de ropa y se pone de novia con un chico del barrio que trabaja en la construcción. Dice que se quiere casar. ¿Dónde van a ir a vivir? se preguntan los padres. Encima, el hermano que tiene quince años abandona el colegio y pasa horas en la esquina con sus amigos. La madre ya no puede controlarlo y el padre está todo el día en el remises para que la recaudación alcance. María tiene miedo que el hijo termine en algo malo. A la noche se lo comenta a Juan, que no le contesta. Esta dormido.

Dormida, anestesiada está la sociedad argentina. Nadie quiere irse de la fiesta de endeudamiento y remate del patrimonio del Estado. La democracia profundizó sus deudas y el sistema nunca logró fortalecerse. Débil en la división de poderes, escuálida en la equidad social y raquítica en el respeto de las normas. Parece estar al borde de la desintegración. Pero no nos damos cuenta. 

Alberto Cantero un profesor universitario que fue rector durante nueve años se transforma en el nuevo Intendente de la ciudad. Lo que el peronismo gana en la ciudad y en la provincia, lo pierde en la Nación. El sistema se autorregula. No le da todo el poder a los mismos todo el tiempo. A Cantero le toca bailar con la más fea y no pierde el paso. Enfrenta a la turba social que pide que se vayan todos y logra sortear la peor crisis. Cantero es austero, casi avaro en su gestión. Las obras que inaugura llegan de la provincia. Nuevas escuelas para poner un dique a la deserción y azudes para embalsar a los turistas que entrarían al casino. El Ingeniero dice ser un adelantado, pone al Estado como activo protagonista del desarrollo. Empresas mixtas y presupuesto participativo son parte del nuevo rol del Municipio. Pero sin consenso no hay política y sin política no hay democracia plena. Cantero pierde las elecciones con su enemigo público numero uno. Benigno Rins está de regreso.

De regreso a casa Juan se encuentra con María llorando. El nene esta preso. En la otra pieza también llora el hijo de la nena que vive con ellos. Los hizo abuelos pronto pero el esposo la dejó y ahora tienen una boca más para alimentar. Al hermano lo detuvieron porque estaba fumando porros. No estudia, no trabaja y encima cae preso. Con las pocas energías que le quedan, Juan va a la comisaría a buscarlo. No es la primera vez que hace el trámite. Aunque ya está cansado. El país lo tiene harto. Hace veinte años que espera salir a flote y cada vez está más hundido. No tiene ganas ni siquiera de ensayar un reto.

Un reto personal. Sólo eso era para Rins ganarle la elección a su enemigo Cantero. La imperfecta democracia se permite hasta esas licencias. En su tercer mandato, al Contador le cuesta comenzar a contar hasta que consigue el fideicomiso. Si antes fue privatista y ahora hay que ser estatista, la realidad manda. Servicios y obras a manos de empresarios que se aseguran el negocio teniendo como socio al estado.

La realidad social nos plantea los mismos desequilibrios que un cuarto de siglo atrás. Las deudas no son solo materiales sino también institucionales. La culpa no es exclusiva de los gobernantes sino compartida con quienes los elegimos. El sistema tiene garantías cada cuatro años. Llega una nueva generación de gobernantes que crecieron con la democracia. Traen vicios viejos y también esperanzas renovadas en que se pueden cambiar las cosas.

Se pueden cambiar las cosas, lo saben Juan y María. Este 30 de octubre el «nene» cumple 25 años. Ya superó las adicciones y consiguió trabajo en una empresa constructora. Parece que después de tantos golpes le encuentra sentido a su vida. A ellos no les importa tener que seguir trabajando como cuando tenían veinte años. Ya están resignados al futuro sin jubilación. Dentro de poco tiene que ir otra vez a votar y  tienen el documento lleno de sellos. En la televisión habla el escritor José Saramago, lo conocen poco pero les gusta lo que dice: «sólo le pido a los gobernantes que dejen de mentirnos». Pese a todo piensan en el último mes en que no fuimos libres, que tuvimos dictadura. Fue en 1983, ojalá ese octubre lo haya sido.

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