Desigualdad social y desarrollo infantil

0
Compartir

Entendemos por desarrollo infantil a la adquisición por el niño de nuevas habilidades y destrezas, que hacen a su adaptación al medio, y a su capacidad de aprender y comprender el mundo que lo rodea. Debe distinguirse del crecimiento físico, que solamente hace referencia al aumento de tamaño, en peso y en talla.

Las autoridades de salud, y la opinión pública en general, dan mucha importancia al crecimiento; indudablemente la tiene: los niños que no crecen bien son desnutridos, se enferman con mayor facilidad, y ven afectado también su desarrollo intelectual. Por el contrario, aquellos que crecen en forma no armónica, o excesiva, padecen sobrepeso u obesidad, que trae consigo problemas serios para su vida futura.

En cambio al desarrollo no se le da una importancia similar: no todos los padres se interesan por las etapas madurativas del niño: a qué edad sostuvo el bebé su cabeza, cuándo se sentó, cuándo gateó. Qué edad tenía cuando dijo “mamá” o “papá” en forma significativa, es decir, refiriéndose a la persona nombrada? Cuándo construye frases de 2 o de 3 palabras? Cuándo señala objetos?
Existe la creencia general, y errónea, que si un niño no alcanza las pautas de maduración que corresponden a su edad, y las logra más tarde, no hay ningún problema: esto no es así, y por lo general revela un déficit en el desarrollo que el médico deberá pesquisar y diagnosticar como corresponde.

El desarrollo del niño en los primeros 3 años condiciona su vida futura, en términos de rendimiento escolar, inteligencia y capacidad de aprendizaje. Será clave en sus logros como joven y luego como adulto. Cuando la maestra detecta fallas en el aprendizaje en niños de 8 o 9 años, probablemente ya sea tarde, pues se ha perdido el período en el cual el niño podía trabajar al máximo sus potencialidades.

El desarrollo infantil presenta grandes desigualdades en las distintas clases sociales. Según lo expresa el Dr Horacio Lejarraga, en un excelente articulo publicado en La Nación, esto es así porque las experiencias de los primeros meses y años, el estímulo del medio ambiente, los factores afectivos y de conocimientos a que los niños están expuestos, moldean de algún modo su cerebro. El niño organiza estas experiencias y forma las redes cerebrales que serán, a su vez, determinantes de su conducta. Hay estudios en nuestro país que dan cuenta de la estrecha relación entre el desarrollo infantil y el medio ambiente (incluyendo la familia, la nutrición, las enfermedades, el agua contaminada que tomamos, etc.) y éste es un concepto que los pediatras conocen muy bien.

El efecto del medio ambiente sobre el desarrollo psíquico y social tiene directa relación con el desarrollo: un medio armónico y equilibrado, una buena nutrición, acceso a  los servicios de salud, hogares estables, entorno afectuoso, interacciones positivas con los padres, son factores positivos. Por el contrario, la inestabilidad emocional, la indiferencia o las agresiones en las relaciones intrafamiliares, la exposición temprana a la violencia, etc etc, conspiran contra un buen desaroollo de las potencialidades de cualquier niño.

Hay una relación entre los indicadores de salud, de esperanza de vida y de desarrollo infantil, por un lado, y el nivel socioeconómico de las personas, por el otro. Los grupos de niveles socioeconómicos más altos exhiben mejor ajuste social, mejores indicadores de desarrollo y mantienen mejores indicadores de salud y de rendimiento escolar. Después de los años escolares esos grupos mantienen en la vida adulta las ventajas adquiridas más tempranamente.

En cambio, en los hogares menos favorecidos, se ven más problemas de aprendizaje, más fallas en la adaptación social y menos posibilidades de superar situaciones de pobreza o marginalidad.
Esto se llama inequidad, es decir diferencia en las posibilidades de acceso a la educación, al trabajo, y a una mejor calidad de vida. América (incluyendo los EEUU, y Latinoamérica) es uno de los sitios más inequitativos del planeta, medido en la diferencia entre los que más tienen y los que menos tienen. Si bien reducir esa brecha es complejo, y excede los límites de este artículo, sería muy importante que nuestro país se fije como política vigilar y  mejorar el desarrollo infantil, pues en alguna medida estas acciones ayudarían a equilibrar un poco la balanza.

No basta con garantizar la educación gratuita, que, por otra parte, tampoco está garantizada para todos. Es necesario comenzar desde mucho antes, preocupándose desde la salud pública y desde las autoridades sobre cuáles son las condiciones en las que están desarrollándose nuestros niños. Los pediatras están entrenados para pesquisar estos retrasos en el desarrollo. Es necesario detectar problemas tempranos de desarrollo y ofrecer a las familias soluciones viables y concretas.

Dra Ingrid Waisman
Médica Pediatra
MP 6508 Mesp 2749

Para saber más:
“Con la inequidad todos pierden”. Dr Horacio Lejarraga. En https://www.lanacion.com.ar/archivo/index-seccion.asp?sector_id=1&fecha=27/08/2008&categoria_id=28&Origen=1ra

Commentarios

commentarios

Compartir