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Ya han sonado las tres pitadas del barco en que estamos viajando. Muchos ya están subiendo a los botes de salvamento. Las autoridades creen que cambiando a los tripulantes el barco volverá a recobrar la vertical. Abajo, donde esta el corazón del navío, los mamparas están cediendo y el agua ha comenzado a ejercer una tremenda presión sobre otros. Así iran cediendo lenta e inexorablemente. Todos los que están en cabina de mando, hablan de salidas milagrosas y fantasiosas. No ponen a los tripulantes ni piden ayuda a los pasajeros, para achicar el agua que entra a borbollones. Pocos hacen lo que pueden, pero por negligencia del capitán, nos estamos escorando.

Nos ponemos los chalecos salvavidas que ahora llevan linternas, y así cuando se hunda definitivamente el barco, nos recogerán en la oscuridad. Muchos ya están saltando por la borda, abandonando la seguridad del navío. Algunas ratas por su sexto sentido, han subido a cubierta intentando abordar algo que flote. Aquello de «primero las mujeres y los niños» es algo del pasado. Ahora es «sálvese el que pueda» y nos pisamos y atropellamos unos a otros. Se han perdido muchos conceptos.

No necesitamos un motín a bordo, solamente esperamos que el barco flote el tiempo suficiente hasta que la comandancia, se vaya. Pero no permitamos que abandonen el barco antes de juzgarlos y pedir cuentas. Es fácil hacer los desastres y luego «levantar campamento» y que otros se arreglan. Tenemos provisiones suficientes, pero las estamos derrochando a manos llenas, solo por vanidad.

Vayamos haciendo una lista de los perjuicios que están causando, para demandar.

 

Atentamente

Juan R Bell

92061605
 

 

 

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