La violencia, ¿se hereda o se aprende?

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Escuchando por televisión un programa dedicado a la influencia de la misma en las conductas de nuestros jóvenes, me interesó, por la coincidencia con los entrevistados, al expresar todos de que no es conveniente en temprana edad reprimirlas ni prohibirlas, sino en que hay que aceptar ciertas fantasías agresivas, ya que la educación se encargará de encausarlas hacia fines más productivos y beneficiosos. Esto me trae a la memoria una de las preguntas mas discutidas por los especialistas de los últimos tiempos ¿Es la violencia un elemento íntimo de la condición humana?

Veamos en la actualidad, en donde están las investigaciones. Los últimos estudios en el campo de la neurobiología, han avanzado de manera reveladora en los últimos años para tratar de dar una réplica a esta cuestión concentrándose en la genética (herencia) y su interacción con los factores ambientales, como componentes esenciales en la manifestación de las conductas agresivas o antisociales. Pareciera que la influencia sociocultural fuera, metafóricamente hablando, “la más genética de las herencias”.Una de las conclusiones de estas investigaciones que sorprenden, es que mostró que el mayor índice de agresividad en los niños, se da entre el primer y el cuarto año de vida. Y esto está en contra de la creencia general que ve solo en la adolescencia la etapa en que se manifiestan los comportamientos violentos; esto da pie también, a replantear conceptualmente los factores que juegan en su producción. Lo primero que se me ocurre es que los acontecimientos agresivos, se presentan antes de estar expuestos a un ambiente familiar violento o como resultado del constante machacar de la violencia televisiva en casi todos los programas, lo que se condice con lo manifestado en la introducción de este comentario. Es que en estos estudios encontraron que al año y medio de edad, más del 50 % de las variaciones en las respuestas agresivas de los niños estaban directamente relacionadas con factores genéticos. Sin embargo, la violencia desciende a medida que los niños crecen, su cerebro madura y aprenden a controlar su comportamiento, y en esto juega un papel preponderante no solo el cerebro sino los estímulos externos del contexto.»Los estudios demuestran que los niños no aprenden a agredir físicamente, sino que deben aprender a no hacerlo. Es fundamental que a los niños se les enseñe, durante los primeros años de vida, a reprimir los comportamientos violentos», afirma Tremblay. Para este investigador canadiense los años de pre-escolar se convertirían así en la etapa clave a estudiar y para entender, la aparición y posterior desarrollo de comportamientos violentos en el ser humano. Todos los niños de año y medio que han seguido un desarrollo normal son agresivos físicamente, pero no todos lo hacen con la misma periodicidad o intensidad. El asunto que se plantea entonces, es hasta qué punto las discrepancias en las respuestas individuales se deben a factores genéticos o al ambiente en el que los niños se han desarrollado. De esta forma se inicia el estudio de las relaciones entre factores ambientales y los factores hereditarios. Y surge, para mí lo más importante, disuelve la idea de fragmentar que es tan afín el ser humano, de dividir genes por un lado y contexto por el otro, ya que por primera vez alguien demuestra que en realidad la violencia ni se aprende ni se hereda, sino que, más bien, es una combinación de los dos.
Los estudios genéticos demostraron una relación directa entre una versión poco funcional de una sustancia que se encuentra en un gen del cromosoma X con comportamientos agresivos en niños que habían sido severamente maltratados. Un déficit crónico del nivel normal de esa sustancia provoca una alteración cerebral hacia cualquier amenaza o estímulo estresante.
En este caso, los hombres tienen solo una copia del gen y de la sustancia (XY), y si esa copia que reciben ya viene deficitaria no existe otra para compensarla, como puede ocurrir en las mujeres que tienen dos copias del gen, al tener dos cromosomas XX; estos descubrimientos mas otros factores, sirven para explicar la menor frecuencia de comportamientos agresivos determinados genéticamente en la mujer. En cuanto al peligro de caer en el determinismo, todos los especialistas coinciden: «Un resultado paradójico de los estudios de las relaciones entre los genes y el ambiente, que son ambos factores deterministas, es que han descubierto la relevancia del papel activo del individuo en la formación de su personalidad y su comportamiento, ya que no debemos olvidar que también se puede intervenir en el entorno ambiental donde los niños crecen y adquieren sus habilidades y competencias».
DR. EDUARDO MEDINA BISIACH

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