Carta abierta a un Juez Federal y a los que piden justicia

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Los casos que se ventilan en nuestra ciudad a nivel tribunalicio, parecieran salir de una pesadilla. Encima de haber esperado años en que se borraron pistas y se mandó al “freezer” el sonado caso de las explosiones de Río Tercero, en que una ciudad fue bombardeada desde la Fábrica Militar para ocultar el tráfico de armas, hoy se ciernen nuevos nubarrones de tormenta sobre la Justicia Federal que deberá expedirse, salga el sol por donde salga, de la explosión de la Universidad Nacional de Río Cuarto.

 

 

En lo personal y ayudada por una memoria de elefante, no me fue nada bien, con esta justicia hoy en sus manos. Fue en épocas de la dictadura, cuando ante la desaparición de mi hija y de mi yerno, personalmente redacté cuatro hábeas corpus pidiendo noticias de ellos. Sólo me contestaron lacónicamente y sin acusar recibo de mis demandas –“que debían estar paseando por el Caribe y pasándola bien”-. Así lo expresó el Juez Bustos, fue la respuesta calcada de lo dicho por el Coronel González Navarro en mis varias visitas al Tercer Cuerpo donde sí sabían qué habían hecho con los desaparecidos durante su estadía terrorífica en el campo de concentración La Perla hasta su asesinato. De allí en más, no hubo más razones ni noticias hasta la llegada de la democracia.

Entonces los periodistas locales me entrevistaron para hacer una nota sobre los desaparecidos de Río Cuarto donde aclaré “que la Justicia Federal había sido funcional a la dictadura” dando amplios detalles de lo ocurrido sobre el secuestro y la desaparición de mi hija y de mi yerno. El mismo juez y el mismo fiscal que no contestaron a mis cuatro hábeas corpus me sometieron entonces a un juicio por desacato.

Tal circunstancia hizo que como gato escaldado, prefiriera no entablar más diálogos ante ninguna justicia, ya que si permanecían los mismos jueces que había puesto la dictadura, era imposible vislumbrar el menor destello de lo que buscaba: verdad, justicia y aparición con vida.

Es de todos conocida mi posición en no entrar en alabanzas, ni halagos, tampoco ando atrás de prebendas y mis armas son mis razones y mi pluma. Por eso ahora estoy en un dilema, un conflicto con respecto al doloso siniestro ocurrido en nuestra Universidad, a la que todos tenemos como motivo de orgullo. La complicación es ponerme de acuerdo con los chicos estudiantes y algunos sindicalistas que como es natural, han tomado al dolor como bandera de combate. Tal sentimiento me lo explico, pero no lo comparto sobre todo por la determinación que surgió durante la Asamblea realizada en la Plaza Roca, donde sin mayores análisis y en un ambiente muy recalentado se habló de rodadas de cabezas responsables. Podríamos llenar canastos con cabezas rodadas, pero ese tratamiento no significaría justicia, sino barbarie,además de pedir se apartaran al Juez Valentinuzzi y al fiscal Ochoa de la causa, por considerarlos inadecuados, o en connivencia.

Pero estamos en otros tiempos y con otras razones. En estos treinta años transcurridos, han caído muchas máscaras, hemos visto muchos renuncies y se perpetraron leyes infames de las que se prendieron los más grandes delincuentes, cosa que se siguió tomando como norma hasta el presente. Pero he aquí que sorpresivamente dimos con un juez y un fiscal que se enfrentaron con el antiguo vicio de no innovar y de ignorar a las víctimas, ahora tienen que dar cuentas los intocables hasta aquí.

Ya cayeron a dar razones los de las épocas alegres de pizzas con champagne y pudimos constatar que había nuevos aires en el enrarecido clima judicial.

En el Dr. Valentinuzzi y el Fiscal Ochoa, vislumbramos, por primera vez en 30 años una esperanza de levantar a los sumergidos y a los por años olvidados en sus desgracias.

Que nuestros estudiantes y gremialistas, serenen sus espíritus, lo reclaman las vidas sacrificadas por ideales y fervorosas vocaciones. Pero también, antes de entrar en santas iras veamos a quiénes beneficiaban estas experiencias que se hacían sin los recaudos necesarios, y comprobemos si los tachos en cuestión entraban de manera legal, es decir, con la debida documentación.

Exijamos justicia, pero acordémonos que antes, el Juez Estévez les abrió las puertas de la libertad a los directamente responsables. No es cuestión que volvamos a las andadas.

Tenemos que razonar: no pueden decidir 300 estudiantes y gremialistas reclamando airadamente en la plaza y tomar decisiones por 23.000 que tienen voz y voto.

No sólo hay que pagar el incendio de la Planta de Experimentación, también hay que serenar los corazones. Aún hay vidas en alto riesgo, aún hay que aclarar el origen del siniestro y la responsabilidad de quienes actuaron. No exijamos que rueden cabezas, si no tenemos cabezas claras dentro de la humareda. Hagámoslo por el que pudiéndose salvar, se metió entre las llamas para rescatar a quien lo acompañaba. Unámonos a ese gesto de suprema grandeza.

Démosles a los jueces la posibilidad de actuar sin presiones ni trenzas políticas, dejémosles ejercer la ecuanimidad que es el mejor clima para el juicio.

Río Cuarto, en su mayoría, puede exhibir sus valores morales, no siempre saldremos en los diarios por causas funestas.

Juntémonos ante la consigna:

“LA ÚNICA LUCHA QUE SE PIERDE, ES LA QUE SE ABANDONA”

… Y que los jueces hablen por sus sentencias.

Los abraza en la permanente defensa de la vida

                                                 Susana Dillon

                                                Madre de Plaza de Mayo.

 

 

Río Cuarto. Diciembre 2007

 

 

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