El paco está oculto en la clase media

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Siempre que decido escribir sobre adicciones, se me presentan en la mente, imágenes de sufrimientos de innumerables jóvenes con ese problema, y también sus familias, que a menudo observo en mis consultas.  Porque escribir sobre una droga en particular, como en esta ocasión es el “paco”, es visualizar las múltiples causas que la inducen; muchas de ellas no dependen directamente de los propios usuarios, sino de las condiciones de vida que ellos no han pedido, sino que les pasan y no han podido (o sabido) como manejarlas.

Para comprender mejor la complejidad del problema y del ser humano usuario, comenzaría aclarando que ellos no han pedido (como todos nosotros) al venir a este mundo: 1-su carga hereditaria que le determina el grado de vulnerabilidad adictiva que va a tener; 2-tampoco a los padres, que intervienen sustancialmente en su desarrollo tanto para fortalecerlos como, en algunas ocasiones, para facilitar esa vulnerabilidad; 3-tampoco eligieron el momento ni el lugar histórico de su nacimiento desde el punto de vista social y económico, por lo cual puede ser que halla nacido en un país altamente desarrollado en una clase pudiente sin privaciones económicas, o en un país en vías de desarrollo con un progreso económico paupérrimo.
Todo esto tiene su importancia en el producto final que es la inclinación o no, al abuso de sustancias, porque todo interacciona, interrelaciona y articula para establecer que no todo es explicable con una simple ecuación o un pensamiento lineal, como por ejemplo “luchar contra la droga”, como si ella fuera un sujeto que se traslada de un lugar a otro, o elige al “huésped” ser humano consumidor.
Nuestro tema es el “paco”, para eso tenemos que hablar de “cocinas de cocaína”, donde existe un ser humano cocinero, encargado de depurar, fragmentar o engrosar la cocaína para el consumo, quedando un desecho, una basura; y si reproduzco a las cocineras domésticas, digo que lo descartable de las recetas de diferentes comidas elaboradas, van a parar a la basura; el basurero hará de ella lo que le conviene, la come, la tira o la comercializa. Muy parecido son las cocinas de cocaína, pero con una salvedad: el “cocinero de cocaína”(traficante) no tira esos deshechos sino que también él mismo los comercializa; ¿Que son esos desechos? La pasta base de cocaína o paco.
Y esta “basura posmoderna” no es solo la droga de los pobres (por su bajo precio), sino que existen evidencias y numerosas referencias, a una presencia creciente de consumo en usuarios pertenecientes a sectores sociales medios. O sea que no es consecuencia de la miseria, sino que su oferta, que antes no teníamos en La Argentina, es el efecto del viraje del mercado mundial de drogas que transformó a nuestro país, de tránsito en un país productor y exportador. Y como hacen muchos basureros, no hacemos otra cosa que vender el desecho de esa producción: el paco. No hay paco sin transformación de la industria de la cocaína. No es que los usuarios encontraron una sustancia nueva, ni que un despiadado hizo aparecer esa pasta base para matar jóvenes pobres. Lo que pasa es que al cambiar la macroeconomía de la cocaína, se produce y elabora ahora más en La Argentina, y por lo tanto circula más el desecho de la producción misma. El desecho se vende acá. Hay como una “re-territorialización” de la narco- economía, y en consecuencia también se re-territorializa el consumo.
O sea que estamos así con el paco, según los responsables oficiales del control del narcotráfico, “porque el país está plagado de laboratorios -cocinas, donde es imposible controlar la venta minorista de productos químicos en la sociedad”. ¿Imposibilidad o ineficacia con corruptela incluida?.
Ahora que el paco está en la clase media, también se aprecian las diferencias: 1-en estas clases hay un mayor cuidado físico posterior al consumo; 2-el consumo es privado y no lo realizan en lugares públicos como la clase menos pudiente (que lo hace en la esquinas, al aire libre); 3-tienen la posibilidad de elegir a quienes compran, para medir aunque sea su calidad; 4-tienen una modalidad de compra menos expuesta y que elude el control, que es el delivery; 5-su estado físico nutrido y sin antecedentes de privaciones los hacen menos vulnerables; 6- por último el consumo de la clase media no es tan compulsivo y destructivo como en la clase socialmente baja, sino que hay usos “más auto-controlados”
Ya sabemos que los estratos más pobres viven en condiciones tan precarias que la muerte está muy próxima. Cosa que ocurre en la clase media solo con la sobredosis o combinación con otras drogas o alcohol, hechos que ocurrieron recientemente en estudiantes secundarios de nuestro país. De no ocurrir estos casos extremos, el paco en la clase media está oculto.
Como conclusión, el paco no es la droga solo de los pobres, el paco da trabajo (nuevos narco- adictos, distribuidores, etc.). Desafiando el sentido común y el estereotipo mediático sobre las características de la sustancia, es una droga que resulta invisible en la clase media por un lado, y de una visibilidad extrema que inunda las villas miserias y se presenta como una oportunidad de empleo por el otro.

DR EDUARDO MEDINA BISIACH

 

 

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