¿De qué mueren los argentinos?

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¿De que muere la gente en Argentina? ¿Las causas de muerte son las mismas en distintas regiones del país? ¿Qué impide bajar las infecciosas? ¿En que sentido el sector salud puede ser parte del problema y no de la solución? Estas son algunas cuestiones que se esbozan en los párrafos que siguen.

Para comenzar, la tasa de mortalidad ajustada por edad para ambos sexos fue para el año 2004, en Argentina, de 723 casos cada 100.000 habitantes. Las áreas donde más gente muere sin embargo, y que superan la media del país, son las provincias del NEA, donde se destacan los valores de Chaco y Formosa con 829 y 865 casos respectivamente.
Al desagregar las causas de muerte es evidente que:
1) La principal de ellas, en todas las regiones del país, está dada por las patologías cardiovasculares, donde la media país es sobrepasada, por la región Centro, hallándose los valores más altos en Capital Federal y la Provincia de Santa Fe.
2) Las muertes por enfermedades tumorales son importantes en Patagonia, donde se destaca Santa Cruz.
3) También las causas externas (accidente, suicidio, homicidio) son más elevadas en Patagonia, donde Santa Cruz casi duplica la media país.
4) La muerte por infecciosas prevalece en el NOA y NEA, con el valor más alto en la provincia de Salta.
 En definitiva, el riesgo de morir por una determinada causa, parece variar con la geografía lo que sugiere hasta donde el hombre es un producto del ambiente. Hay casos tal vez más fáciles de explicar que otros. En Capital Federal, por ejemplo, las condiciones de vida aceleradas y el estrés matan mediante ataques cardiacos, pero en la Patagonia Petrolera pareciera acechar el cáncer. Las causas no están claras, y nuestras propias entrevistas con epidemiólogos sugieren que lo que puede en realidad ocurrir allí es un mejor registro de la patología. Lo abrumador, es que, en la era de los antibióticos y el apogeo de la industria farmacéutica, en el Norte pobre, no se puedan todavía bajar más las infecciones.

 

 

El problema radica seguramente, en el bajo nivel de vida y la dieta que son claves para que los individuos hagan frente a las infecciones. Como dijera amargamente un profesional sanitario en Salta, con medicamentos y la misma fuente de agua no potable, apenas le cambiamos el nombre al parásito. Adicionalmente los cambios en el uso de la tierra, irrigación, drenaje, deforestación para la siembra de soja, han creado nuevos hábitat para los mosquitos y otros insectos vectores en algunas áreas. En hogares pobres, el inadecuado manejo de la basura, del almacenamiento doméstico del agua junto a la falta de higiene y saneamiento contribuyen al riesgo de infección. 
En el largo plazo, los cambios ambientales provocados por un capitalismo depredador agravan el problema. La desertificación y deforestación impiden que el dióxido de carbono del aire sea capturado por las plantas. El calor global, eleva la temperatura ambiental, con lo que muchas enfermedades tropicales pueden pasar a ser endémicas en nuevas áreas del planeta. Con la temperatura más elevada cambia el ciclo de las infecciones transmitidas por mosquitos como bien ha mostrado Jeffrey Sachs en su libro el Fin de la Pobreza al comparar Africa y EEUU.
Finalmente las infecciones intra-hospitalarias por gérmenes que se hacen resistentes a los antibióticos hacen lo suyo. Según un libro de la UNESCO, más de la mitad de los medicamentos recetados y vendidos lo son de forma inadecuada. Si a esto se le agrega que apenas una cuarta parte de la tecnología se encuentra correctamente evaluada, todo configura un panorama donde a las malas condiciones de vida y nutricionales se les suma un nuevo problema del propio sector salud debido al uso indebido de los medicamentos, la falta de educación del usuario, la desaprensiva venta libre y el abuso en los hospitales sin los debidos antibiogramas.

Roberto Tafani, Nuri Gaspio 

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