El cerebro defraudado

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Cuando decidí concebir un artículo sobre el cerebro humano, súbitamente se presentaron en mi mente dos anécdotas relacionadas con lo que intento escribir; eventualmente las dos referencias surgen de una especialidad que a priori no tienen nada que ver con la salud mental. La primera fue cursando 5º año de la facultad de Medicina de Universidad Nacional de Córdoba, cuando le indagué al Profesor de Ginecología si podía definirme en pocas palabras porque se producía la menstruación, y fue concluyente: “es la reacción de un útero defraudado”. Por supuesto que era así, un útero que construye laboriosamente durante casi un mes un “nido” para albergar a un embrión, recibe en cambio una célula sexual sin fecundar. Corolario: pareciera que una reacción “anormal” (el no embarazo) se naturaliza como “normal” (la menstruación).

La segunda anécdota, también fue en la misma Universidad Nacional de Córdoba pero en 6º año, en la cátedra de Obstetricia (Parto), cuando el Profesor Titular nos relataba su experiencia con respecto a la fecha del parto: “cuando me recibí pronosticaba el día probable del parto; con el transcurrir mi labor médica me animaba a pronosticar la  semana, y ahora cuando soy un especialista de larga trayectoria no me animo a pronosticar el mes”. Creo que el pensamiento del profesor se fue humanizando, en el sentido de que la realidad se anteponía a su soberbia y al resultado de opiniones probablemente leídas en los libros especializados. Aquí es válida la semblanza que leí una vez en la Facultad de Medicina de la UBA que decía: “Dos mas dos puede ser cualquier cosa, inclusive cuatro”. Así de heterogéneo y complejo se presenta el mundo actual, donde priman la falta de certezas y donde pareciera que todo es relativo, como si la libertad fuera absoluta sin límites de ninguna especie. Corolario: es un ejemplo de cómo se intenta acomodar  ideas dogmáticas a la realidad cuando el razonamiento es exactamente al revés.
Y vale todo lo antedicho para poder introducirnos a nuestro tema: el cerebro. Comparemos a este órgano vital funcionando como una PC o un hardware, en donde se le aplica un programa, el sofware, que representa la actividad mental y que ambos, cuando actúan afinadamente, nos permiten vivenciar y pensar en armonía la realidad. A nadie se le ocurriría colocar un programa inadecuado en su PC, ya que perturbaría su desempeño y quizás le provocaría un desperfecto. Sin embargo, estamos instalando modelos de pensamientos con ideas impropias para ese cerebro lo cual explicaría, en parte, algunas de las “averías o corto circuitos” que se producen en ese órgano defraudado: angustia, depresión, ataques de pánico, crecientes aumentos de enfermedades psicosomáticas como la hipertensión arterial, los infartos cardíacos y cerebrales, los progresivos incrementos de accidentes (como conductas autodestructivas) entre otras, además de las conductas adictivas y antisociales.
¿No serán las reacciones de un cerebro biológicamente frustrado por la sociedad?.
He aquí la cuestión: un cerebro que durante miles de años se preparó, innovando, creando y modificando sus conexiones neuronales para orientarse hacia la construcción de un ser social basado en conductas solidarias y humanistas, según investigaciones antropológicas, de pronto “recibe” un modelo de civilización donde esas directivas se vuelven contradictorias, pues en esta post modernidad prima lo individual y económico. No consigue plasmarse la esencia del ser humano que, como dice Labaké, es un ser-siendo-con-los-otros, y por el cual se estuvo organizando tanto tiempo. Como consecuencia, la crisis es del hombre al establecer una forma distorsionada de interpretar la realidad y una visión parcializada de sí mismo.
¿No nos estaremos embotando con el crecimiento económico, al decir de Fernando Fragueiro, y eso no nos permita distinguir los problemas de fondo? ¿O que ese “ruido económico” intercepte nuestras propias deducciones? 
Hay que tener muy en claro la escala de valores para tener la capacidad de desarrollar creatividad, innovación, flexibilidad y tolerancia a la incertidumbre y al riesgo de los desafíos. Para eso hay que desistir de quedar atrapado en la opinión de otros, tener el coraje de pensar con el corazón y la experiencia; manifestar lo que verdaderamente se aprende con el propio intelecto, la real opinión. Nos estamos acostumbrando a consumir ideas ya producidas por otros, con el principal riesgo de parecer que la pensamos nosotros (creer que es normal). Lo que tenemos que hacer es pensar no para manejar ideas, sino para maniobrar nuestras vidas con las ideas, modificando en algún punto nuestra forma de percibir tanto nuestra realidad interior como la exterior.
“Pensar, es sobre todo revisar las frases hechas, las creencias sacralizadas e intocables, los grandes designios que la humanidad propone”.(Barylko)
Esas son las expectativas y esperanzas de un cerebro instaurado para no sentirse defraudado.

DR EDUARDO MEDINA BISIACH

 

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