La segunda parte de esta serie de cuatro artículos donde la Lic Elena Farah analiza las causas de la violencia urbana. En esta entrega plantea
los roles de la familia, la escuela y los grupos de pares de los adolescentes. Ante una familia que no integra y una escuela que no internaliza valores surge con fuerza el papel de los grupos de pares de los estudiantes.
Cuando un joven comete un delito, la mirada pública se posa inmediatamente en su familia buscando en ella razones de su accionar. La familia es el agente básico de internalización de valores sociales. La desestructuración familiar temprana dificultaría tal rol, dejando un déficit en la internalización de normas sociales. En segundo lugar, la escuela es un agente de internalización de normas sociales, por lo que la deserción provocaría un déficit en la socialización. Por último, una menor permanencia en el sistema educativo disminuye las chances de inserción laboral futura, aumentando así el riesgo de recurrencia a medios ilegales para ganarse la vida. por fracasos, mala perfomance intelectual y/o disciplinaria, aunque no necesariamente por la deserción o la expulsión. Un rasgo común en los entrevistados es la escasa importancia que la escuela parece ocupar en sus vidas. Tanto entre los que concurren como entre los que no, la escuela no es un tema que les merece gran reflexión, crítica o preocupación. Si bien, esto no es totalmente novedoso, marca un deterioro respecto a lo que encuentran otras investigaciones con jóvenes de sectores populares. Aún los que repitieron varias veces la escolaridad no la consideraban “difícil”, sino que la repitencia sería producto de su desinterés, el recurrente “aburrimiento”.relacionar con la cultura del aburrimiento . En cuanto a la situación de las escuelas, los docentes de “colegios difíciles” describen instituciones desbordadas por los problemas cotidianos: la reforma educativa, los bajos salarios y los conflictos de los alumnos “normales”. Nadie está preparado para tratar con adolescentes violentos, no hay personal especial que pueda hacerlo. En resumen, pareciera que la escuela no constituye un marco integrador para estos
jóvenes: ya sea por haber desertado o por las dificultades existentes cuando permanecen. Sin duda es necesario trabajar en la escuela para evitar la deserción de los jóvenes más difíciles y, en el caso en que sea imposible retenerlos, brindarles alguna alternativa que evite la pérdida de un marco integrador fundamental. Hoy, cuando el mundo del trabajo pierde su rol integrador de antaño, la comunidad local tampoco puede suplir parte de este lugar vacante. Los jóvenes entrevistados hablan de barrios caracterizados por un anonimato –más construido que real– donde la gente “hace como si no se conociera”, apenas se saluda y “nadie se mete con nadie”. El anonimato ficticio es una forma de construcción de distancias internas a fin de asegurar una convivencia pacífica. Ellos viven en la precarización institucional de su hábitat. No es que no haya ningún tipo de trama asociativa en los barrios, sino que cuando ésta existe ellos no participan de ellas; en parte excluidos por ser los “malos” del barrio, los “perdidos” y en parte por el deseo propio de los jóvenes de crear sus propios lugares. La referencia al grupo de pares se articula con una visión temporalmente limitada de las conductas criminales, lo que llamamos el etapismo, que se observa a veces no sólo en los jóvenes sino también en sus padres. En resumen, asistimos a un proceso conformado por tres dinámicas mutuamente reforzadas.
En primer lugar, el déficit de los marcos integradores que proponía la familia, escuela y comunidad local. Segundo: Frente a esto, adquieren más relevancia la influencia de los grupos de pares como orientadores de la acción. Tercero Por último, estas normas locales requieren para su eficacia de una segregación Inter. e intra clase que pareciera estar incrementándose. ¿Cómo elucidar el sentido de estas acciones? Para comenzar a desentrañar tal compleja cuestión partimos de la constatación que las demandas de consumo de estos jóvenes son comparables a las de sus pares de clases sociales superiores. Ellos
aspiran a ropa de determinadas marcas, zapatillas, dinero para diversión y hasta conocer el interior del país o países extranjeros. La creciente homogeneidad de las pautas de consumo de los jóvenes urbanos por la
influencia de los medios de comunicación y el aumento de la tasa de escolaridad no es un fenómeno exclusivo de la Argentina. Se trata de una generación que, ha diferencia de muchos de sus abuelos y de algunos padres, es esencialmente urbana. Han nacido en Buenos Aires y comparten parámetros de consumo propios de las clases medias. Pero
sobre todo, aquello que desean, lo quieren ya. Es una característica típica de la adolescencia, que adquiere una significación particular pues, en el caso que nos ocupa, para obtenerlo deben sin dudas infringir normas legales. Comprender este inmediatismo es central para explicar tanto los delitos contra la propiedad como la violencia. En efecto, robar aparece como la única forma de acceder a la satisfacción de sus necesidades raudamente. No se roba con la intención de acumular o ahorrar dinero, sino para realizar un gasto en el momento. A veces son para consumos individuales, ropa, viajes, en otros de alcance grupal, como ir a bailar, comprar cerveza y, hasta en un caso, para festejar un cumpleaños.
Inmediatismo y falta de planificación de las acciones están relacionadas. En efecto, al interrogar sobre los robos, en particular sobre los primeros, el repentismo es su característica compartida. Testimonios del estilo “estábamos en la calle, vimos aparecer una vieja con un bolso y nos mandamos” muestran la falta de planificación de los hechos. No hay en general un plan previo en lo que concierne a la elección de la víctima y la situación, a un intento de minimizar el riesgo, de no dejar rastros, etc. Pero no deben ser caracterizados tampoco como meros hechos reactivos o irracionales. Es necesario investigar qué se oculta detrás del repentismo. Si alguien puede “mandarse” a robar de forma aparentemente espontánea es porque las normas internalizados que debían impedir tales conductas ya habían previamente fallado. El repentismo es un tema central a la hora de planificar políticas públicas puesto que éste pone en cuestión los presupuestos de la “teoría de la disuasión” en los que se basan propuestas más corrientes sobre el tema en la Argentina. Se supone que el aumento de las penas y de la posibilidad de ser aprehendido al cometer un delito tendría un efecto disuasivo sobre eventuales delincuentes. Cuando éste planifique sus acciones, el mayor costo eventual de la misma (las probabilidades de ser aprehendido y dureza de la pena) lo desaconsejará de tomar tales rumbos. Pero la teoría de la disuasión presupone un actor racional que planifica con anticipación y estratégicamente sus acciones, sopesando los costos y beneficios de las distintas opciones que se le presentan.
LIC. ELENA M. T. FARAH
elenafarah78@hotmail.com DNI 6.396.189
Lic. En Administración y Gestión de la Educación Egresada de Univ. Nacional de Gral. San Martin (BA)