No hay malos padres, hay malos cultivadores

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La vertiente de la quiebra de la función paterna, o sea la dificultad que encuentran determinadas familias para ejercer la Ley, para colocar límites a sus hijos es hoy un problema mas que sustantivo pues puede llegar a lugares impensados .La misma sociedad nos muestra diariamente la cultura del descontrol como poder y la cultura de las armas para tener una pertenencia a un sistema , que me da poder. Comparto que esta ausencia del ejercicio legislativo paterno es uno de los grandes facilitadotes, desde el punto de vista individual, de la aparición de los cuadros violentos sin olvidarnos de lo multifactorial de los comportamientos humanos.

En virtud de las modificaciones por las cuales pasa su mundo interno, particularizo la fracción etárea de la adolescencia, por ser ésta instancia histórica de indefiniciones e incertidumbres, mas vulnerables que en otras épocas. Todas las transformaciones tanto a nivel psíquico como corporal, llevan a a los jóvenes a una total inversión de valores y deseos, es decir a una redefinición momentánea en esta instancia de rol social. En determinadas áreas de exclusión, el ser un delincuente o/y andar armado, promueve un poder como ser el fácil acceso a jóvenes mujeres de su contexto, pasando así a ser valorizado, respetado y temido por su pares.
Existe hoy, ante tanta complejidad familiar y cultural, una dificultad de los padres de estar presentes al lado de los hijos para poder orientarlos, funcionando como ejemplos de identificación positiva: darles límites claros no obstante ser rígidos, establecer una comunicación sistemática y abierta a cualquier tema actual, etc; no poniendose en un papel complaciente y tolerante sobre los descontroles propios de la edad, motivados por la exaltación de modelos ambiguos e interesados económicamente.
Es por todos sabido de que la dificultad que tienen algunas  parejas de poder ayudar al  hijo en sus primeros años de vida a incorporar una instancia saludable, lleva a numerosos trastornos futuros. Sabemos que ese familiar es el portador de las interdicciones y de los ideales, y que si la función paterna no es ejercida de forma firme y amorosa estos dos aspectos quedan comprometidos. Muchas veces son escogidos modelos ideales de identificación de personas totalmente anti-éticas.
La preocupación, por ejemplo en EEUU por la adolescencia, comienza después de la Segunda Guerra Mundial, por su gran movilización de contingentes a campos de batalla y la gran cantidad de mujeres incorporadas para la industria. Esta situación provocó un aumento del abandono materno-infantil, situación que produjo una serie de consecuencias, y que solamente pudieron ser sentidas diez o quince años mas tarde, cuando éstos “huérfanos maternos” alcanzaron la adolescencia. Época que se hicieron famosos los gansters tipo Hell’s Angels, grupo de actuación psicopática en que la violencia y el peligro eran altamente valorizados.
Estoy infiriendo con esta cita, que esos “niños invisibles”, abandonados afectivamente en su primera infancia, se volvieron “socialmente visibles” distorsionados, dijeron “aquí estamos” por medio de la actuación y la violencia.
Comienza un cuadro social de graves proporciones. Situaciones, que se repitieron en otras partes de América y Europa.
Por otro lado, esto también produjo una dificultad para los futuros padres, que vivieron el horror de aquellos tiempos de balas y de represión. Cuando tuvieron que educar a sus hijos, los hicieron bajo el fantasma de la represión, con el temor de identificarse con un militar represor. Por eso, fue una época difícil de colocar límites, ya que cualquier límite podía ser entendido como represión, en el sentido más negativo del término.
           Se pierde la dimensión del orden mínimo como una forma de organizar la sociedad, como una cosa necesaria para vivir en comunidad, pues no hay educación sin orden. El padre de esa generación, entonces acabó permitiendo todo.
         En varios casos estudiados (L.A. Pinheiros Freitas, Brasil), se obtiene que varios adolescentes, a pesar de tener diferentes puestas de entrada al delitos y violencia, tenían en sus familias de origen algo en común: el desamor y la absoluta falencia de la función paterna.
            Esta falencia funcional paterna, crea una ausencia de modelos identificatorios consistentes, promoviendo la búsqueda de modelos de identificación en los jefes de cuadrillas de violentos, traficantes, etc., bien como la búsqueda inconsciente de los límites no adquiridos en el inicio de sus vidas    Lo que se puede ver en forma clara que esas familias tienen una dificultad grave para lidiar con los límites, con los no. Se sienten incapaces de poner límites y sin límites la violencia es incentivada.
    En el desarrollo del niño, psicológicamente hablando, tiene que renunciar por lo tanto a la omnipotencia de su deseo y al principio del placer, adecuándose al principio de la realidad. Esta renuncia se hace en nombre del temor subordinado al amor. En otras palabras tenemos que pasar del principio del placer al principio de la realidad.
Partiendo del principio, plasmado magistralmente por Victor Hugo de que;“no hay malas hierbas, ni hay hombres malos, hay malos cultivadores”

Lic  Elena M T Farah
Lic en administración y gestión de la educación.
Mat. Nac 2184

27/10/06

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