La realidad es que somos insuficientes

0
Compartir

Estamos, creemos nosotros, ante una sociedad que no deja de permanecer estática ante la vertiginosidad de los cambios que se están produciendo. Es como si habitáramos permanentemente las situaciones como adolescentes: negándola, postergándola, no asumiéndola, haciendo “como si” fuéramos libres. Es una sociedad en que la amistad se transforma en un valor excepcional, como una moneda de refugio.
La inteligencia individual viene esquivando la realidad de una alarmante incapacidad para incorporarse a la inteligencia colectiva y comunitaria. Vaya aquí como reflejo de lo que está ocurriendo en la cúpula de los que deciden. 

Los antecedentes de esta característica social podríamos rastrearla en dos razones originarias, aunque puede haber muchísimas más. Una postura estaría en el antecedente país  de una libertad anárquica del gaucho, y otra en la decenas de miles de inmigrantes que arribaron al país en siglos pasados.
El gaucho vio, por una parte, como enemigo a la comunidad-Estado, temiendo que le quitaran su libertad absoluta. Por otra, los inmigrantes no vinieron a fundar una nación, sino mas bien vinieron huyendo de su origen, o sea de sus propias naciones.
Para sobrevivir, siguiendo a Abel Posse, el argentino utiliza el que “hay que ser vivo”, “salir siempre con la suya”, por encima del otro. Hemos entronizado como valor histórico la famosa “viveza argentina”. Que para nosotros sería como la hija enana de la inteligencia. Buenos Aires pareciera que fuera su capital: impone modas, frivolidad, arrasando con todo lo tradicional, como si fuera una vidriera que muestra un país poco serio y poco confiable. Río Cuarto, en algún aspecto y en un contexto diferente, con un modelo social diferente, pareciera quisiera imitar esa marquesina.
Creemos que si nuestro interés como país es de integrarnos a las nuevas corrientes, debemos refundar una tradición, para proyectarnos hacia delante. Sin esa matriz difícilmente saldremos de este atolladero moral y ético, donde la idoneidad está pisoteada por la “dedocracia”, las alianzas políticas y los ocultamiento de las corporaciones, generando una “criptocracia” que no deja brotar al exterior la verdadera realidad existente.
Pareciera que la sociedad está inmersa en un mar de temores al anoticiarse de evidencias de escamoteos, dilaciones, falta de eficiencia, ausencia de expertos, indecisiones y discursos paralelos. Creemos que ante toda esta situación debería marcar en Río Cuarto un antes y un después, un blanqueo de una realidad oculta preexistente.
Entendemos que los hechos nos ponen ante una oportunidad imperdible de crecimiento social e integración, no con improvisaciones típicas de los países adolescentes, sino con metodologías de trabajo que surgen de una verdadera habilidad de quienes tienen el poder de la acción. Hemos escuchado respuestas profesionales, que ponen en duda la credibilidad de sus acciones.
La Argentina, según el sociólogo Jaguaribe, está condenada inexorablemente al éxito, poniendo como razones lo que todos ya sabemos: clima, riquezas de sus tierras, nivel de educación, pero sobre todas las cosas la presencia de talentos creativos, muchos despojados por los países desarrollados, y que se muestran un vitalismo nacional envidiable.  Pareciera que nuestro pasado narrado anteriormente fuera un lastre cultural impermeable a la conciencia de la modernización.
No todo es negativo, al decir de Abel Posse, pero como si fuera el negativo de una foto, necesita de un buen proceso para que termine de aclararse. Estos acontecimientos socio-judiciales, son realidades que nuestro mundo construido por nosotros nos muestra, y debemos tomarla como hitos importantes para establecer los cambios que la actualidad nos implora.
A veces compartimos todos los habitantes de esta ciudad, la sensación de que “una misteriosa imposibilidad frena” el camino correcto de las circunstancias y desnuda las falencias de una eficiencia postergada, como si estuvieran amarrados por “misteriosos enanos” que nos impiden ver y hacer. Nos sentimos como Gulliver, espectadores atados por hilos invisibles  manejados por intereses paralelos a los que la sociedad espera.
“No puede haber comprensión de uno mismo mientras vivamos superficialmente. Hemos avanzado muchísimo en lo intelectual, pero interiormente somos insuficientes, pobres, inciertos, andamos a tientas, aferrados a cualquier forma de seguridad” (Krisnamurti)

Lic Elena Farah
DrEduardo Medina Bisiach
14/12/06
 

 

Commentarios

commentarios

Compartir