La familia en jaque

0
Compartir

Vamos a acompañar a la Dra. Freire en las disquisiciones sobre la institución familiar, ya que nos toca transitar la crisis mas profunda que la historia de nuestro país recuerda, y la mas amplia. Desgobierno, violencia, inseguridad, educación quebrada, el hambre que se expande sin pausa a sectores cada vez mas vulnerables. Con pérdidas materiales, en ocasiones irremediables con costos emocionales y afectivos de enorme dimensión.

Parecería que el país se va despoblando, que ha comenzado un éxodo por la supervivencia en las que están involucradas distintas generaciones.
En un país en que la duda y el temor se adueñan del presente y del futuro, nos preguntamos ¿cuál es el estado de la Institución Familia? Solemos decir que la familia es el átomo social que se interrelaciona con el medio ambiente, influyéndose mutuamente. Pensamos que cada familia “adecuadamente” formada, donde los roles son claros y fluidos, las crisis evolutivas naturales van ayudando a un intercambio cada vez mayor entre los miembros de la familia y el medio ambiente. Padres e hijos pueden hacer proyectos de crecimiento cualquiera sea el camino elegido. Creemos que infortunadamente no esto lo que ocurre con una gran parte de las familias argentinas. Comenzando con la injuria que significa del círculo laboral, teniendo intacta las competencias laborares, acostumbrado a cuidar y mantener su prole, mientras la mujer desde hace varios años viene sosteniendo una dura lucha consigo misma y con la sociedad, para reubicarse como “jefa de familia”, escasamente proveedora, con un trabajo casi siempre devaluado, si es que había logrado previamente insertarse en el aparato reproductivo. Por lo tanto las adaptaciones exiguas son urgentes y cambiantes. Sobre los adolescentes es quizás donde con mayor fuerza se manifiesta el caos. A la inestabilidad propia del momento vital se suma la percepción de la falta de un futuro. En la edad de los sueños, la realidad violenta, destructiva deja muy poco margen para la fantasía. Proyectar parece imposible. Los modelos de trabajo de padres y abuelos ha perdido vigencia.
¿Qué sucede entonces con la familia?  Parecería que todo atenta contra su función formadora y contenedora. Sufre una suerte de “migración económico-social”. Como si estuviera en un territorio desconocido, la familia debe enfrentarse con la disfunción de los valores, con los nuevos códigos de duración breve y fugaz, y una sensación abrumadora de catástrofe. En medio de este panorama, la necesidad de luchar para no caer ne la impotencia y en la total indefensión. Se me ocurrió pensar en las “construcciones antisísmicas”, que sobreviven a los terremotos con resquebrajaduras pero en pie. No es que no sean atacadas por los fenómenos de la naturaleza, sino que su estructura les permite una elasticidad gracias a la cual pueden soportar las turbulencias y no desmoronarse.
Acaso en este momento las familias al igual de los edificios, para no desintegrarse deban recurrir a esa plasticidad. No negar el caos pero tampoco aceptar los hechos como irremediables e incontundentes. Es un camino doloroso y difícil que demanda como primera medida la aceptación delas pérdidas, la expresión de la frustración y el enojo, par después apelar en lo más profundo a las reservas y fortalezas individuales y grupales, para poder conectarse con los factores protectores que todos tenemos, y vincularse con los aspectos creativos e innovadores que por insignificantes que parezcan son el tesoro que permitirá no caer en una parálisis ni en una disgregación familiar.
Para concluir, sugeriría que para comprender realmente los procesos familiares es esencial reconocer la naturaleza del ambiente. Si vamos a recomendar estrategias parentales para las familias en ambientes de alto riesgo, debemos seleccionar aquellas que operarán exitosamente en un ambiente de alto riesgo; y no aplicarlas en ambientes de bajo riesgo, pues pueden limitar innecesariamente las oportunidades de crecimiento de un niño.

Lic. Elena Farah
Rio Cuarto
02/05/07

Commentarios

commentarios

Compartir