Si seguimos considerando que el problema de las adicciones afecta solo a una franja etaria de la población, como es la juvenil estamos a fojas cero, y con malas perspectivas de éxito de cualquier programa preventivo. También si insistimos en privilegiar la droga sobre la persona y sus conflictivas sociales y personales, no solo no remediaremos el problema, sino que además seremos serviles publicistas de los narcoadictos. Debemos de una vez por todas sincerarnos los adultos y declarar que somos tan vulnerables y víctimas de la adicción a las drogas o al alcohol. Todos los programas y estrategias para combatir tienen que dirigirse a toda la población sin distinción de clase social ni edad.
Vengo bregando desde hace mucho tiempo, que un abordaje parcial solo traería un “como si” se combatiera el flagelo, cuando la realidad nos dice del fracaso de los planes preventivos y lo dificultoso de las estrategias asistenciales porque no se aborda el todo. Este abordaje tiene que ser dirigido a concientizar, no lo mal que hace la droga o el alcohol por todos conocidos, sino del involucramiento de la familia, los funcionarios y la sociedad toda en el mantenimiento de la pseudo libertad social a través del descontrol de las conductas por las drogas.
En dos años, la cantidad de adultos que solicitaron ayuda para superar su adicción en los centros de la red coordinada por la Subsecretaría de Atención de las Adicciones de la Provincia de Buenos Aires mostró un aumento importante y sostenido. En el rango de quienes tienen entre 40 y 50 años se incrementó el 4 por ciento y casi el 2 por ciento para los mayores de 51 años. La mayoría de los casos están relacionados con el abuso de alcohol y psicofármacos, aunque también entre los mayores de 50 hay casos relacionados con la marihuana y la cocaína. Según el último estudio nacional sobre uso indebido de drogas de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), a través del Observatorio Argentino de Drogas, casi el 40 por ciento de quienes acuden a las guardias en situación de emergencia por adicciones tiene más de 40 años. El trabajo también reveló que en la mayoría de los casos los adultos que inician un tratamiento arrastran una adicción de larga data y que sólo deciden pedir ayuda después de muchos años. Además, casi todos tienen un largo historial en las adicciones. Las cifras son elocuentes: sólo el 1,1 por ciento se inició en las drogas después de los 40 años. El 72,6 por ciento lo hizo en el período que va de los 13 a los 18 años.
Todo este preámbulo viene a colación el haber hallado recientemente en una institución educativa de la ciudad de Còrdoba, un alumno de 12 años con un porro en su mochila;
¿Qué significa un porro en la mochila? ¿Significa una moda? O no será una manifestación de que en espacios que tendría que primar la normativa?, como no se cumple, es como cuasi natural que lleve un porro. Si le preguntara a ese niño, seguro me contestaría ¿qué tiene de malo, porque ud. se asombra?. Me pregunto si no lo asociamos con la corrupción, la mentira, el fraude, que son los elementos con lo que estamos conviviendo; por lo tanto la actitud del niño es coherente con la actitud de el mundo social de los adultos; no tiene que ser noticia, parte de un imaginario instalado, establecido. Hasta ahora se hace lo contrario: el poder lo tengo si tengo tal zapatillas, si fumo un porro (por ahí compartiendo con un adulto), si tomo alcohol. Los padres están pagando por el sí fácil; ¿O no se entromete con la institución educativa cuando ésta se involucra en una sanción? Hemos visto que hasta recurren a la justicia. Pareciera que se pone la vida en el adolescente, y no poner la vida en el adulto responsable de la crianza de ese adolescente.
Al ser consultado los jóvenes sobre que opinión tenían del control del poder público para la venta de alcohol a menores implementado recientemente en la ciudad, simplemente dijeron “que debería instrumentarse también para los adultos”
Dr:Eduardo Medina Bisiach
26/03/07