El ciudadano Juan Bell plantea la necesidad de conocer la verdadera vocación de nuestros jóvenes para garantizar el éxito en sus vidas.
«El saber no ocupa lugar», pero vacía los bolsillos. Ya se ven decenas de ofertas de cursos de lo que se desee por pocos pesos mensuales. ¿Y que se da luego de exprimirse el cerebro durante poco tiempo? Un certificado que dice que se ha cursado algo que de hacerlo en la Universidad hubiese llevado varios años. Se sale con un diploma, que con orgullo se enmarca y se incluye en cuanto curriculum se presenta. Y como siempre nos hacemos preguntas. ¿Sirven de algo? Muchas veces, al terminar el secundario, no se sabe qué hacer. Por necesidad se busca trabajo, pero se quieren continuar los estudios. Pero ¿cuál es la vocación? ¿Para qué se tiene habilidad? Y entonces entran a tallar las opiniones de personas. La familia presiona ya que, por tradición, todos los ancestros fueron tal cosa. Y los chicos, odian esa profesión. Entonces termina siendo un profesional mediocre y frustrado en lugar de un artista talentoso. Las Universidades visitan los secundarios, para atraer «clientes», pero ¿se hacen tests vocacionales? ¿Cuantos?
Se preparan jóvenes para no se sabe qué sin tomar en consideración sus aptitudes. ¿Y si hacemos test vocacionales obligatorios antes de finalizar el secundario?
Atentamente
Juan R Bell
belljuanroberto@yahoo.com.ar
Río Cuarto