Conocimiento sexual, no educación sexual

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No se puede educar el sexo. Sí se puede enseñar cuestiones acerca de la sexualidad (datos) para transformarlos en información desde la escuela: conocimiento de su cuerpo, fomentar el autocontrol para evitar el descontrol. Es parte de la propuesta del médico siquiatra Medina Bisiach en este artículo.

El tema a debatir, como dije en un artículo anterior, no es  fácil de abordar por las diferentes concepciones que tiene nuestra sociedad, nuestra cultura y en particular la familia acerca de la sexualidad. El término sexualidad, y en eso me asocio con la psicoanalista Débora Szwarc, está asociado a términos tales como pulsión (impulsos), líbido (energía sexual), zonas erógenas, placer, autoerotismo (masturbación), etc ¿Es posible educarla?. “Entendiendo a la educación como una transformación en convivencia, que comienza cuando el niño llega al mundo y no a partir de la escuela”, como dice Humberto Maturana; y siguiendo con Parneiro, que dice que para llegar al conocimiento y de allí poder darle sentido al mismo, hace falta previamente una serie de datos que ordenados se transforman en información. Esta información procesada por nuestro intelecto se transforma en conocimiento. Conocimiento que no debe dejar de ser cuantitativo (cantidad de información) sino cualitativo (discriminar en esa información la mas adecuada). A partir de estas dos aseveraciones, coincido con la proposición de Szwarc  de denominarla “conocimiento sexual”. Es lo mas correcto. No se puede educar el sexo. Sí se puede enseñar cuestiones acerca de la sexualidad (datos) para transformarlos en información desde la escuela: conocimiento de su cuerpo, fomentar el autocontrol para evitar el descontrol, certificar los sentimientos y sensaciones, asociar el sexo con el disfrute alejándolo del temor, y sobre todo vivir la sexualidad de un modo seguro y responsable. Esto último primordialmente privilegiado por el SIDA y los embarazos adolescentes. Tenemos que tener en claro que sexualidad no es homologable a genitalidad. En esto la familia en primer lugar y la escuela luego tienen un rol importante e inevitable: deben ser protagonistas de la temática, porque la sexualidad “está allí”, por el solo hecho de ser humanos. Excluir al docente (capacitado) de brindar el conocimiento, es desinsertarlo de un tema por demás interesante que ya es público, como que está en la publicidad y en la televisión, en los programas infantiles y en los no tan infantiles. Allí los niños se transforman en espectadores de programas de adultos con sus vocabularios groseros, sus chistes sexuales de mal gusto y adornados con avisos de sexualidad fácil.
Por eso creo que si seguimos con la antinomia ya antigua de que ¿Quién tiene que hacerse cargo de la supuesta “educación” sexual?…si los padres, si la escuela, la opinión de la iglesia o si el Ministerio de educación por decreto. Esto ya fue. No tendría que dedicarle nadie ni una línea para desentrañar que piensa uno u otro; es detener el tiempo con descripciones anacrónicas y perimidas en ésta época. Es estar estático cuando el mundo se mueve a una velocidad creciente, con infinidad de datos al instante, que hace que cuando nosotros, los adultos, nos decidamos actuar los niños y adolescentes ya han establecidos sus normas con una información “externa” poco fiable y tendenciosa ya explicada por mí en artículos anteriores.  Todos los profesionales de la salud sabemos, a través de investigaciones, que los tiempos se precipitan cada vez más, la pubertad (desarrollo sexual genital) aparece más precozmente, los niños y adolescentes parecieran ir más rápido que lo que sus cuerpos le permiten o por el contrario, varias veces ni intentan acompañar lo que a sus cuerpos le sucede, como el desarrollo puberal intespectivo masculino o la aparición de la primera menstruación en la mujer. Mi propuesta es que debemos trabajar el tema desde “ayer”, para no “dramatizar” al escuchar las estadísticas, por ejemplo, de los embarazos adolescentes no deseados. Posiblemente de haber abordado estas cuestiones con anterioridad habrían bajado los porcentajes de esas cifras. Es lo que llamamos nosotros “los niños y adolescentes invisibles” mientras no horroricen al resto de la sociedad presentándose o lo que es mejor haciéndose “visible”, por ejemplo con un embarazo. El trabajo de enseñar, siguiendo a Delors, empieza siempre y no termina nunca. Yo tomaría la familia, el nivel inicial y la educación básica para comenzar, tomando las inquietudes de los chicos y adolescentes, estando en posición de alerta a lo que aparece (sobre sexualidad) en la familia o en espacio áulico. Como todo esta relacionado con todo, la comunidad escolar está íntimamente relacionada con la familia, ¿Porque no empezar con una charla con los padres para consensuar criterios y valores a transmitir a los chicos?, al decir de  Swarc. No es agregar más tareas ni materias al currículo docente, pues éste ya está percibiendo que el tema está sobre la mesa. Creo que la palabra “conocimiento sexual” es más adecuada y seguramente más aceptada por los padres al no verse invadidos en su privacidad al tener que “competir” la orientación sexual de sus hijos, aún cuando ya está instalado en todas las instituciones comunitarias, pero sobre todo en la escolar. ¿No lo ven más coherente?
Es un desafío que necesita docentes capacitados y padres informados, para buscar herramientas apropiadas. “He dejado de enseñar porque descubrí que tenía ese deseo. Si ese impulso desaparece, enseñaré por mi propia voluntad” (Bishr)

Dr. Eduardo O. Medina Bisiach           
eomedinab@hotmail.com
DNI 7.976.139
Psiquiatra Universitario (UBA) Matrícula Especialista Nº 11375
Master Internacional en Adicciones (USAL y Deusto- España)

15/05/06

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