TD Informes Especiales reconstruyó las historias de vida de los más de treinta muertos y desaparecidos riocuartenses. Se trata de ponerle carnadura a quienes con sus inocencias y responsabilidades, con sus aciertos y sus muchos errores tuvieron que pagar con la vida el querer vivir en un país más justo.
Las huellas de la dictadura en Río Cuarto el tiempo no las ha borrado. El paso de tres décadas supone que fue ocupado el vacío dejado por una generación diezmada. No es así. A poco que se sopla el polvo del olvido se descubren las ausencias. TD Informes Especiales reconstruyó las historias de vida de los más de treinta muertos y desaparecidos riocuartenses. Se trata de ponerle carnadura a quienes con sus inocencias y responsabilidades, con sus aciertos y sus muchos errores tuvieron que pagar con la vida el querer vivir en un país más justo.
Informe
“El hecho de pensar libremente, de opinar libremente resultaba muy molesto para la doctrina que se venía aplicando desde la dictadura de Onganía. Es él quien introduce la doctrina de la seguridad nacional, de acuerdo con la cual el enemigo estaba en casa”, reflexiona Antonio Tello. El escritor desterrado ubica allí el punto de partido de lo que nos pasó a los argentinos en los setenta.
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El enemigo eran poetas e intelectuales, estudiantes y universitarios, obreros y delegados gremiales, docentes y profesionales, militantes sociales y dirigentes barriales. Madres, padres y hermanos. La materia gris, la sangre y el músculo de toda una generación.
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“Por esas cosas que tienen la vida con las familias, los tres mas chicos. Federico, Jorge y Elena Maria…”, cuenta Carlos Harriague. Habla de sus tres hermanos.
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Con tres miembros desaparecidos, Los Harriague son numéricamente la familia nuestra más golpeada. A Federico le gustaba el campo, estudiaba agronomía y veterinaria, militaba en la juventud peronista. Detenido en Río Cuarto, se tuvo que ir a México. Volver fue desaparecer. Tenía 27 años.
Jorge -el León- Harriague era un muchacho de la noche, estudiante de economía, integró la Comisión fundadora de la Universidad, fue corresponsal del Diario Clarín. Radicado en Bs. As., dejó de tenerse noticias de él en diciembre de 1977. De la más chica sí encontraron la última huella.
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Carlos Arriague recuerda así a su hermana: “era la más impulsiva, la mas emprendedora, la más decidida a cambiar las cosas”.
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Helena Maria Harriague estuvo detenida en la cárcel del Buen Pastor. Tenía 24 años, era asistente social, hizo la primaria y la secundaria en el Cristo Rey. Tiene un hijo. Por estos días hubiera sido abuela.
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María Susana Mauro de Espeche era riocuartense por adopción, fue alumna del Normal y del Cristo Rey. Se recibió de Profesora de Francés. Tenía 33 años y un hijo de 4 meses cuando fue secuestrada en Córdoba. Trabajaba en la Facultad de Derecho. Su esposo Rodolfo Lucio Espeche y su suegra Maria Zulema de Espeche también están desaparecidos.
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Gerardo Espíndola y Rita eran esposos. Fueron detenidos el 9 de diciembre de 1977 en Río de los Sauces donde tenían una farmacia. Un militar arrepentido contó hace poco como ejecutó a Rita Ales de Espíndola (sobreimpreso) con 26 disparos. 90 días después dejaron en el domicilio de la madre una beba de tres meses. En un papel manuscrito decía: mi nombre es “María Victoria”. Es la nieta de Susana Dillón.
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Conrado Ceretti era rosarino pero se radicó en los años sesenta en Río Cuarto cuando nombraron a su padre gerente de la sucursal del Banco Hipotecario. Lo llevaron detenido el 27 de julio de 1976 en Capital Federal junto a su compañera Diana Griselda Guerrero, ambos eran periodistas. Están desaparecidos.
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“Había una efervescencia, había mucha gente joven que veía con entusiasmo que había que hacer algo, que movilizarse, denunciar. Los estudiantes y muchos profesores estaban en esa línea. Ya se veía venir una represión, el clima era altamente represivo. La población en general era bastante indiferente. Una de las causa es que si metían preso a alguien o secuestraban a alguien la gente decía algo habrán hecho y esa era una forma de esconderse”, relata Antonio Tello sobre el clima político y social de Río Cuarto antes del golpe.
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Amenazado por la Triple A debió marchar para salvar su vida. Integra la lista de decenas de riocuartenses exiliados. Vive en Barcelona desde entonces. Antonio Tello era uno de la directores de la recordada revista Puente. El otro era Roberto Fabiani, que tiene un hermano desaparecid. “Era una persona sumamente pacífica, muy amante del arte, la cultura. Era escenógrafo de teatro, muy buen bailarín folklórico”. Héctor Fabiani había llegado junto a su familia desde Bahía Blanca por motivos comerciales. Fueron los dueños de la tradicional Heladería Polichinela. Entre muertos, desaparecidos, presos y refugiados, la empresa tuvo 11 bajas. Héctor llegó a ser el encargado de cultura del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Primero fue preso, estuvo exiliado en Chile y luego en Europa. Volvió y lo asesinaron. Hay dos versiones sobre la manera: la sala de tortura o los vuelos de la muerte.
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“En algunas organizaciones los chicos que gritaban iban antes que sus dirigentes presos y lo único que habían hecho era preocuparse por la clases pobres”, asegura Fabián.
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María Adela Reyna Lloveras tampoco era de Río Cuarto. Pero venía frecuentemente a la ciudad porque aquí había nacido su madre y vivían sus primos. Alegre, activa y abierta. Tenía un carisma muy especial. Era estudiante de letras y estaba en Montoneros, militaba en Rosario. Estuvo en el centro clandestino Campo de Funes. Creen que la tiraron al mar en uno de los vuelos de la muerte en la Bahía San Borombon. Una hija y sus nietos viven hoy en Río Cuarto.
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Gladis Comba, era talabartera, tenía 44 años y una terrible enfermedad: leucemia. La militancia revolucionaria de su hijo Sergio le permitió despertar de su sufrimiento. Cuando la Triple A lo desaparece, ella inicia un periplo de búsqueda. Una brigada policial la secuestra de una casa en calle Rivadavia, la bajan envuelta en una alfombra y aparece su cuerpo desfigurado en un camino lateral de la zona de Alcira Gigena.
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Raúl Vijande estudio en las Escuelas Pías. No faltó nunca a clases y fue el mejor compañero de la promoción. Su mayor sueño era ser médico. Antes de poder irse a estudiar a Córdoba trabajó en el Molino Ronchi. Sus grandes pasiones eran la naturaleza, los libros, la pesca y las motos. Fue detenido el 5 de diciembre de 1977. Cursaba 4 año de medicina. Estaba por cumplir 27 años. Nunca más se supo de él.
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Félix Roberto López también estaba en 4 año de la Universidad de Córdoba, pero en la Facultad de Derecho. Era el más chico de tres hermanos. Hijo de militar, hizo el secundario en el Colegio Nacional. De su curso hay 4 desaparecidos. El 5 de mayo de 1977 salió de la casa para ir a estudiar y se lo llevaron. Estuvo en el campo de Concentración La Perla. Tenía 24 años.
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“De chico era un tema muy áspero que causaba mucho dolor. Eran todos datos sin sentimiento. Recién cuando terminé la facultad y tuve tiempo para pensar es cuando empieza a donde dar vuelta en la cabeza quienes eran mis viejos, de donde agarrarme porque no tenía raíces”, se sincera Pablo Tisera.
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Pablo es hijo de desaparecidos. Ricardo “El Azulejo” Tisera estudiaba bioquímica en Córdoba y Miriam Irene Demichelis era fisioterapeuta. Se habían conocido en una confitería de Elena, de donde ella era oriunda. El hizo la primaria en el Florentino Ameghino y la secundaria en el Sanbuenaventura. Ella estudió en el Cristo Rey. Ambos militaban en la Organización Comunista del Poder Obrero. Ella, tenía 23 años. La mataron el 2 de noviembre en un allanamiento y le entregaron el cuerpo a la familia. El, tenía 26 años y murió en un enfrentamiento. Se sospecha que está en una fosa común en el Cementerio de San Vicente.
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“Ellos lucharon por un mundo distinto, sin pobreza y sin desocupación como la que hemos vivido, como la que estamos viviendo en este tiempo. Si ellos lucharon por eso es lo que tomo como posta”, manifiesta Pablo.
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Los vientos de tres décadas de nuestra historia no han logrado desvanecer las huellas. El tiempo que casi todo lo borra, tampoco ha podido con las ausencias. Alimentadas en dolor y recuerdos, hoy son cada vez más presencias.
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“…No hay excesos en esto…hay una planificación…hay una idea de exterminio que encuentra cotejo en algunos antepasados nuestros…y el problema es verlo para adelante”, explica Juan Muzzolon.
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Juan Muzzolon fue uno de los 300 presos políticos que tuvo Río Cuarto. Para unos fue el destierro, para otros la muerte y para ellos, la cárcel. Todos son las huellas indelebles que dejó la dictadura en Río Cuarto.
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Rodolfo Ponce era sanjuanino pero vivía en Río Cuarto por razones laborales del padre. Lo apodaban “Chanchón”. Estudió en el Colegio Nacional. Siempre tuvo inclinación hacia lo social. “Un médico antes debe ser un buen psicólogo” pensaba. Por eso estudiaba ambas carreras. Era militante del movimiento de base del PRT. Lo fusilaron en La Perla cuando apenas tenía 21 años.
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José y Carlos eran amigos desde la adolescencia. José Villegas (Sobreimpreso) estudio en la Escuela Vélez Sarsfield y en el Colegio Nacional. Tímido, amable en el trato, estudiante de filosofía. El 2 de Julio de 1976 allanaron su domicilio y hubo un tiroteo. Desde entonces nunca se supo nada de él. Militaba en Montoneros y vivía con Carlos Berti.
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“Un chico alegre, inteligente, muy buen alumno, responsable. Idealista desde la época del secundario, siempre preocupado por la cuestión social, por los sectores más pobres”, describe Silvina Berti sobre su hermano.
Carlos Berti era un lector entrenado. La noche no lo convocaba pero le gustaba mucho la música -sui generis, los beatles- Cursaba el tercer año del Instituto de Matemáticas, astronomía y Física en Córdoba cuando se e vio obligado a radicarse en Buenos Aires. Un día de abril de 1997 lo levantaron de la calle..
Silvina habla sobre las advertencias a Carlos: a pesar de las insistencias de uno de sus hermanos-que se tenía que ir-, él decidió que se tenía que quedar, que la vida estaba acá, que el cambio era posible acá y que había que seguir, no iba a abandonar el barco.
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En Coronel Moldes nació Berta “La gringa” Perassi. Comenzó su militancia en Río Cuarto en la agrupación universitaria del peronismo de base. Hacía trabajo social en el barrio El Acordeón. Se tuvo que ir a Córdoba tras ser amenazada de muerte por un patota parapolicial. En la capital consiguió trabajo en la fábrica de galletitas Lía. Se integró al frente sindical del Partido Revolucionario de los trabajadores. Fue vista por última vez en el campo de concentración La Perla.
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“Los presos y desaparecidos de entonces, esa militancia social y política está forjada en el surgimiento de la universidad que era para un proyecto popular. Por eso la composición social que tienen los presos y los desaparecidos de la zona en su gran mayoría son estudiantes; cosa que no coincide a nivel nacional en donde un 70 por ciento son obreros y 30 por ciento son estudiantes y un porcentaje muy mínimo son profesionales”, analiza Juan Muzzolon.
Juan Muzzolon era miembro del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Lo metieron preso antes del golpe cuando tenía 22 años. Estuvo en 8 cárceles distintas hasta el 29 de agosto de 1983. Por éll reclamó en una solicitada la Comisión de Familiares de Presos Políticos que impulsaba Gabriel Braunstein. Este agrimensor, integrante del Partido Comunista era el dueño de la estación de servicio que estaba en Velez Sarsfield al 250. El 11 de junio de 1976 fue detenido en su comercio y nunca más apareció.
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De profesión fotógrafo, Ignacio Jesús Luna Sánchez vivía en Bs. As. con Gladis Yedro, su esposa riocuartense. Antes había estado en Córdoba realizando militancia social. Su desaparición el 24 de junio de 1976 fue denunciada en plena dictadura ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA.
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“No fue…es y está. Era muy bueno, respetuoso como eran la mayoría de los chicos, le gustaba el fútbol, jugaba en Estudiantes. De jovencito era muy atrayente. Todavía lo recuerdan las amigas que tuvo a las que dejaba colgada. Picoteaba de acá para allá. Para colmo el padre le compró una guitarra”. Es la madre de un desaparecido la que habla.
El instrumento de cuerdas todavía está. Ocupa junto a la bandera argentina un lugar privilegiado en living de la casa, esperando al “Corcho”. Ignacio Cisneros era cantor y guitarrero. Ingeniero Agrónomo recibido en la Universidad de La Plata, llegó a ser Secretario Académico en la Facultad durante el Gobierno de Cámpora. Perseguido por la Triple A debió regresar a Córdoba. Desapareció el 15 de febrero de 1977 tras visitar a sus padres en Alpa Corral.
“Yo lo que pienso que no hay vida sacrificada por los demás que no tenga valor incalculable, ellos han cometido muchos errores. Perdieron la vida por la vida por una causa justa, eso no me cabe la menor duda”, asegura Antonia Cisneros
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Poeta, docente de filosofía en la universidad y militante del Peronismo de Base. Alberto Pinto fue detenido el 21 de abril de 1977 por efectivos de la Unidad Departamental de la Policía. Debilitado por su epilepsia y las repetidas torturas en la cárcel de La Plata, murió el 5 de marzo de 1979.
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En la Universidad también trabajaba José Alfredo Duarte. Primero en el comedor y luego en la imprenta. Estudió en la Escuela Mitre y en Colegio Nacional. “Peco” era futbolero. Muy comprometido con lo que hacía, militó en la JP y trabajaba en los barrios. Se ve obligado a irse a Córdoba cuando un hermano polícía le cuenta que estaba en una lista.
El 1 de marzo de 1976 se lo vió por última vez. El aula mayor del Campus lleva su nombre.
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A días del golpe Juan de Dios Vila fue incorporado en la Armada y meses después dado de baja. Se lo citó a la Escuela Naval de Río Santiago a retirar su documento. El 4 de octubre se presentó y nunca más se supo de él. Había cursado estudios en las Pías y el Comercial. El “gordo” supo ser líder de los boy scout. Tenía 21 años cuando desapareció misteriosamente en la base militar.
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“Nosotros le decíamos Paquín. Era muy alegre, muy sociable, tenía muchos amigos, le encantaba el folklore, las reuniones. Era muy buen hijo, muy cariñoso, era muy buena persona”, describe a Graciela Bauducco a su primo.
“Como llegó la nieve” es el título de la novela que recrea la muerte de Rául Bauduco en la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba. En una noche de tormentos lo fusilaron por no obedecer órdenes. Trabajaba y estudiaba Ciencias de la Información. Sus padres querían que estudiara ingeniería pero su gran pasión eran las letras y el periodismo. Era un melómano relacionado con grupos folklóricos.
“La generación de Raúl, la generación de los 60 estaba llena de ideales, de impulsos por mejorar las cosas, pero lamentablemente fue una generación muy joven usada con fines políticos…directamente los mandaron al deguelle”, concluye Graciela.
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Juan Carlos Perchante iba a rendir su última materia para recibirse de abogado. Ese 15 de septiembre de 1976 fue detenido en su domicilio de Córdoba Capital. Tenía 27 años. Había estudiado en la escuela Vélez Sarsfield y en el Colegio Nacional. Inútiles fueron las gestiones para localizar su paradero.
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José “El Pato” Svagusa era el menor de tres hermanos de una familia de inmigrantes polacos. Habían llegado de Monte Maíz e instalaron un taller. Estudio en el Colegio Normal Nocturno. Era muy inteligente, alegre y activo. Por su militancia en Montoneros fue herido y detenido en San Juan en 1972. Liberado con la amnistía de Campora, volvieron a detenerlo en Córdoba. Lo mataron el 17 de mayo de 1976.
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Entre muchas, al General Ramon Camps le dictaron prisión preventiva, por la muerte del riocuartense José Santiago Amato. Fue una de las 15 personas ejecutadas en diciembre de 1976 en el partido de San Isidro. El “Pocho” Amato era callado y tranquilo. Tras hacer la secundaria en el Nacional ingresó en veterinaria. Su militancia en Montoneros era incompatible con el servicio militar y se hizo infractor. Lo fusilaron los últimos días de 1976. Tenía 22 años.
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“Que pasaría si a alguien se le ocurriera excluir definitivamente o una solución tipo nazifacista con los desocupados de hoy…Estas historias de que cuando sobra gente, o hay alguien que molesta hay que limpiar son muy peligrosas”, pregunta Juan Muzzolon.
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“Yo creo que si hay algo que tenemos que hacer después de estos 30 años es -más allá del dolor que nos provoca quienes hemos sufrido, el dolor de la pérdida del otro- es que socialmente se tenga en cuenta, se aprecie la historia, se estudie la historia en el sentido de decir que estas cosas no vuelvan a pasar nunca más”, reclama Silvina Berti.
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Ana María Pifaretti, Luis Gatavara y Juan Antonio Diaz completan la lista de riocuartenses muertos durante la larga noche del proceso. Ellos son las huellas que quedaron- imborrables- a 30 años de la dictadura.
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Antonia Cisneros, interroga a los hombres de uniforme: “yo le pregunto a los militares, porqué no los entregaron muertos. Esto me lo dijo un sacerdote franciscano, no haberle entregado a los muertos va a haber mucho dolor y no va haber olvido”.