Nuestro segundo hogar – Por Guillermo Geremía

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Los directivos de las escuelas provinciales denunciaron el deterioro de los edificios. El ministro de obras públicas admitió falta de recursos para mantenerlos porque se priorizó la construcción de los nuevos.¿Quiénes se van a marzo por las escuelas deterioradas?.

Las prioridades de los gobernantes, en muchas oportunidades, se construyen desde una lógica distinta a la del resto de los mortales. A pocos se les ocurriría tener una nueva casa si la vivienda en la que viven se está cayendo a pedazos. Sin embargo en Córdoba se construyeron dos centenares de nuevos edificios y se dejaron en el olvido los tres mil ya existentes.
En su visita a Río Cuarto, integrando la comitiva del gobernador De la Sota, el ministro de Obras Públicas admitió que por haber levantado nuevas escuelas casi se vienen a pique las ya existentes. Oscar Santarelli respondió de esta manera a las demandas públicas que ayer habían realizado los directivos de establecimientos educacionales que reclamaron por el avanzado deterioro que presenten las «viejas» escuelas provinciales. Santarelli prometió una inversión de 40 millones de pesos para arreglar los vetustos edificios. Eso sí, cuando se terminen de construir los 150 nuevos que están en obra. Es decir que, hasta que compremos todos los 0 km, no vamos a meter al taller a los autos usados. Mi madre diría que esas son prácticas de figurones. Aparentar antes que ser.
A los de nuestra generación (ando por los cuarenta), nos enseñaron de chicos que la escuela es nuestra segunda casa. Es un precepto que implica respetarla como el propio lugar donde vivimos. Si esta consigna del pasado se sigue teniendo en cuenta, debe haber una mayoría de viviendas particulares sin vidrios, con las paredes escritas, con la mitad de las luces, con los muebles rotos y sucias por donde se las mire. Es cierto que con los 200 pesos mensuales que les entregan para mantener los edificios apenas alcanza para comprar los elementos de limpieza. Pero no menos cierto es que cada escuela tiene la impronta de quienes la dirigen. Hay escuelas públicas que con muy pocos recursos logran sostener -como sea- las condiciones de habitabilidad. Pero hay otras, que pese a realizarse periódicos arreglos su imagen se asemeja a Irak después de los ataques. En Río Cuarto, entre las primeras podemos citar al Centro Educativo Adolfo Alsina de Banda Norte y entre los segundos, el histórico edificio del Colegio Nacional. A quién o a quiénes son atribuibles estas abismales diferencias. Amelia Lopez, ministra de educación de Córdoba, denunció ayer que «sorpresivamente» escuelas que son refaccionadas vuelven rápidamente a su estado anterior.
La educación privada con subvención estatal tiene, salvo excepciones, condiciones de infraestructura mucho mejores que las escuelas públicas. Lo lograron por tener más recursos pero también por imponer una disciplina que no se observa en las escuelas dependientes de la provincia.
Hay en esto una doble responsabilidad. La de los directivos que no son capaces de establecer el respeto por el lugar donde se imparte educación y la de los educandos que no sienten como propio aquel el lugar donde se forman. Los padres no pueden desentenderse de la responsabilidad por estas conductas.
Reprobados los gobernantes porque que las escuelas públicas no tienen los fondos suficientes para mantener sus desvencijadas estructuras. Reprobados los directivos que amparados en esta situación no hacen cuidar el patrimonio de todos. Reprobados los padres que sólo levantan la voz por los derechos de sus hijos y se olvidan de las obligaciones. Reprobados los alumnos desafectados (de afectos) de las escuelas a las que ya no sienten como su segunda hogar.

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