Eiffel: el legado del “ingeniero del universo” en la provincia de Córdoba

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Gustave Eiffel fue uno de los arquitectos e ingenieros más influyentes del siglo pasado. Creador de la Torre Eiffel y la Estatua de la Libertad, dejó sus huellas en las ciudades de Córdoba, Río IV, Villa María y Capilla del Monte.

Por Gerónimo Mariño

Alexandre Gustave Eiffel (1832 – 1923) fue un eminente ingeniero civil y arquitecto de origen francés. Si bien al inicio de su carrera se dedicó a la construcción de puentes para la red de ferrocarriles de su país, posteriormente se convirtió en creador de obras icónicas y vanguardistas, tales como la Torre Eiffel de París, la Estatua de la Libertad de Nueva York y la estructura del Canal de Panamá.
A lo largo de sus años, supo traspasar las barreras de su Francia natal diseñando innumerables obras para distintas regiones del mundo. Representante de la típica ingeniería industrial en hierro de comienzos del siglo XX, dejó plasmado en la provincia de Córdoba su singular estilo arquitectónico.

Rueda Eiffel o Vuelta al Mundo de Córdoba

Símbolo indiscutible de la ciudad de Córdoba, la Rueda Eiffel fue una antigua rueda giratoria hecha exclusivamente a base de hierro forjado. Realizada por los célebres talleres del ingeniero francés, su estructura circular -de 27 metros de diámetro-, se sostenía a través de ejes entrecruzados semejantes a los rayos de una rueda de bicicleta. Excéntrica y de grandes dimensiones, contenía veinte cabinas con capacidad para seis personas cada habitáculo.
Originariamente, su emplazamiento fue en la ciudad de Tucumán al ser adquirida por el gobierno de aquella provincia con motivo de los festejos del 1º Centenario de la independencia argentina -en el año 1916-. En aquel momento, la urbe norteña estaba próxima a inaugurar un parque de diversiones –el Mundial Park-, por lo que aspiraba a contar con una atracción que fuese vistosa y monumental.
Dos años más tarde, el parque tucumano cerró sus puertas por falta de mantenimiento. La Rueda quedó en el olvido hasta que dos empresarios cordobeses decidieron comprarla y ofrecerla al gobierno de Córdoba.
Concretado el negocio, las piezas de la noria fueron desarmadas y transportadas por ferrocarril desde Tucumán hasta la capital mediterránea. Una vez en Córdoba, fue ensamblada en uno de los terrenos más encumbrados del Parque Sarmiento: la esquina norte del Jardín Zoológico, sobre un mirador panorámico de la ciudad.
Desde su instalación en el Parque cordobés, la rueda sufrió graves problemas estructurales que ponían en riesgo la seguridad de los pasajeros. De hecho, debió soportar varias clausuras, al mismo tiempo que tuvieron que hacerse reparaciones constantemente.
Según expertos, la circunferencia metálica había sido armada correctamente en Tucumán, pero cuando llegó a Córdoba hubo errores de cálculo al momento de su emplazamiento. Cada vez que la Rueda realizaba un giro, los rayos iban deformándose y estirándose. Esta tensión en sus ejes estructurales hacía que la noria vaya ovalándose hasta quedar finalmente doblada a la mitad.
En la década del ´70 dejó de funcionar y a mediados de los ´90 se desplomó definitivamente. Durante un largo tiempo, estuvo tirada a la intemperie en un rincón del Zoológico. La indiferencia por parte de los funcionarios de turno, la convirtieron en un puñado de hierros abandonados y oxidados.
Recién en el año 2001, comenzaron los trabajos de reconstrucción a partir de un acuerdo entre la Municipalidad de Córdoba y la empresa a cargo del parque de diversiones del Parque Sarmiento -el Superpark-. Luego de una serie de estudios realizados por técnicos e ingenieros de la UNC, se llevó adelante su restauración. La empresa de ingeniería Lozada Chávez fue quien se hizo responsable, siguiendo los planos originales del ingeniero Eiffel.
Aunque ya sin girar ni cargar pasajeros sobre sus cajuelas, la antigua “Vuelta al Mundo” fue reinaugurada en 2003 como monumento urbano. A pesar de no ser explotada comercialmente, en la actualidad constituye una emblemática escultura, ícono del proceso de modernización que se dio en Córdoba a inicios del siglo XX.

Chalets de hierro

Los chalets Eiffel fueron enviados desde Francia en el año 1917, a pedido de un ciudadano de nacionalidad americana. A pesar de estar un poco deteriorados por el paso de los años, sus estructuras prefabricadas se mantienen en pie hasta el día de hoy.
Construidas sobre pilotes de hierro, las dos casas poseen paredes de doble chapa de acero y disponen de dos plantas y una galería. También cuentan con ranuras en sus techos, a modo de generar un sistema de aireación y ventilación. Esto último las vuelve muy frescas en verano, aunque bastante frías en invierno. Por otro lado, sus estructuras metálicas suelen silbar agudamente cuando corre mucho viento.
Ambas construcciones fueron instaladas en el barrio San Vicente de la ciudad de Córdoba. Una de ellas estaba emplazada en la esquina de Estados Unidos y Solares, hasta que fue vendida y trasladada a la localidad de Villa María -hoy se encuentra en la calle López y Planes 870 de aquella ciudad-.
En cuanto a la otra propiedad, aun permanece en el mismo barrio, en la calle San Jerónimo al 3346. No obstante, se encuentra deshabitada al día de hoy puesto que sus últimos dueños -los Pérez Cornejo- ya no residen en la ciudad.
Desde hace tiempo, los vecinos de la zona vienen reclamando ante las autoridades para que sea declarada monumento histórico. A pesar de que se encuentra en venta en la actualidad, es probable que sea adquirida por el consultado francés, el cual tiene interés en rescatar las obras de Gustave Eiffel en Córdoba.
La casa ubicada en Villa María, en tanto, sigue habitada por sus propietarios -los Perazzio-. No obstante, les resulta complicado costear su mantenimiento y temen que siga estropeándose. Por tal motivo, pretenden que alguien la compre, para evitar que termine como una ruina de metales.

Molinos de viento

Únicos en América del Sur, los molinos Eiffel -también diseñados por el ingeniero francés- llegaron a nuestro país a principios de siglo, para participar como atracciones en la Exposición Rural de Buenos Aires. Las dos maquinarias -de idéntica construcción- fueron encargadas por la familia de Ambrosio Olmos, ex gobernador de la provincia, para abastecer de agua a sus estancias ubicadas en el interior cordobés.
A diferencia de otros molinos de viento, los molinos Eiffel se caracterizaban por su productividad y gran altura -medían 35 metros-. Disponían de tres pisos, los cuales estaban circundados por una llamativa baranda y conectados a través de una escalera caracol. En la planta superior estaba la rueda con aspas; en el nivel intermedio había un tanque de agua pequeño y un balcón con vista panorámica; y en el piso de abajo, un tanque de mayor tamaño.
Una vez exhibidos en la Exposición Rural, los molinos franceses fueron desmantelados y enviados en tren desde Buenos Aires a Córdoba. Uno de ellos se rearmó en el paraje Dolores -muy cerca de Capilla del Monte-, en la estancia San Sebastián de la familia Olmos. El otro ejemplar, en tanto, fue destinado al campo El Duraznillo -también perteneciente a los Olmos-, en la ciudad de Río IV.
Mientras que el molino riocuartense habría sido demolido por haber entrado en desuso, el molino de Capilla del Monte perdió su rueda con forma de cruz después de una fuente tormenta. En la actualidad, permanece en pie aunque sin sus aspas, pareciéndose a la famosa Torre Eiffel pero en versión serrana.

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