Espasmo del sollozo

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Es una patología benigna. Afecta al 7% de los niños sanos, y preocupa mucho a los padres. Afecta a los chicos de seis meses a 4 años de edad. Es un evento agudo, súbito, único o habitualmente repetido de apnea (detención de la respiración) que se acompaña de cianosis (coloración azulada de rostro y algunas veces manos) o palidez. Este fenómeno afecta al siete por ciento de los niños sanos y puede ocurrir entre los seis meses y los 4 años de edad, aunque es más frecuente hacia los 2.
“Generalmente existe un factor emocional desencadenante por el cual el niño llora una o varias veces. Inmediatamente hace un paro respiratorio durante la expiración (salida del aire). Y luego, se empieza a poner cianótico, primero alrededor de la boca y después se generaliza a todo el cuerpo, y su tono muscular se vuelve hipertónico (rígido), incluso algunos se extienden hacia atrás y dejan los brazos al costado del cuerpo”, explica Marcelo Argüello, jefe del área de Pediatría de la Clínica y Maternidad del Sol. “Cuando el cuadro se mantiene por más de un minuto, es probable que ocasione pérdida de la conciencia y, de forma excepcional, al final del evento se pueden presentar sacudidas musculares de tipo convulsivo. Finalmente y en forma espontánea, el niño se relaja, recupera su actividad respiratoria, mejora el color y retoma su actividad neurológica normal”, añade.
Por su parte, Laura Páez, pediatra y neonatóloga del Sanatorio Aconcagua, aclara: “El desencadenante más común es el llanto, pero también puede ser provocado por dolor, sorpresa o frustración. Habitualmente se observa cianosis en casos de berrinche o frustración y palidez luego de un golpe relativamente leve o un susto”.
Según su severidad se habla de formas simples, cuando la parada respiratoria va sólo acompañada de cambios en la coloración de la piel sin afectación de la conciencia, y formas graves, cuando además se observa pérdida del conocimiento o convulsión.

El temor de los papás
Aun cuando los padres o cuidadores del niño puedan tener la sensación de que el evento es eterno, el espasmo del sollozo no dura más de uno o dos minutos. No se sabe bien cuál es el mecanismo que lo provoca, pero intervienen distintos factores que actúan sobre la actividad cardiorrespiratoria, involucrando a los centros de control respiratorio y vasomotor del tronco cerebral.
Según diversos estudios, es más frecuente en niños con el antecedente de algún familiar directo que lo padeció (particularmente en la línea materna), y un poco más común en varones que en nenas.
También ha sido asociado con la anemia, ya que los chicos anémicos tienen más propensión a llorar y hacer berrinches. “Es indudable la importancia del hierro en el metabolismo cerebral y el neurodesarrollo”, explica Argüello.
Aunque se puede presentar en cualquier momento del día, es frecuente que el niño manifieste más espasmos por las tardes, cuando está cansado y en especial cuando se acerca la hora de ir a dormir.
Cabe aclarar que no produce ningún daño, inmediato o tardío, y tampoco tiene relación con la muerte súbita del lactante ni con riesgo de retraso mental o futuras convulsiones.
Los especialistas coinciden en que es benigno y no está relacionado con ninguna enfermedad orgánica ni mental.
Por eso, es fundamental que durante el tiempo que dure el espasmo los papás puedan mantener la calma para brindar contención y alivio al niño.
Y recordar que su hijo no tiene riesgo de perder la vida o sufrir un daño colateral ocasionado por este cuadro.
“Por su naturaleza benigna, se resuelve sin complicaciones en unos segundos. Recomiendo a los papás no llevar a cabo ninguna maniobra de resucitación o de otro tipo que podría conllevar, por sí misma, mayor riesgo de lesiones”, dice Páez.
Y Argüello agrega: “No hay que intentar detener el espasmo con soplidos, sacudidas, golpes o gritos. Tampoco es conveniente hacer reanimación boca a boca ni estimulación cardíaca y mucho menos poner al niño bajo agua fría”.
Para prevenir accidentes ocasionados por el espasmo del sollozo, es bueno tener la precaución de colocarlo de costado y retirar los objetos que pueda tener en la boca así como también elementos con los que podría golpearse.
Los especialistas explican que no es necesario un tratamiento farmacológico para el espasmo del sollozo ya que su desaparición es espontánea y sin consecuencias neurológicas futuras.
“El empleo de anticonvulsivantes no previene la aparición del espasmo, pero puede ser considerado en raros casos en los que el niño presenta convulsiones prolongadas o muy frecuentes (formas graves)”, indica Argüello.
Por otra parte, recomiendan buscar ayuda profesional si los padres se sienten desbordados o no encuentran la manera de manejar la conducta y reacciones de su hijo.
“La consulta psicológica también constituye un apoyo importante para los padres y muchas veces sirve para saber si el niño está expresando algún problema emocional a través de este síntoma”, dice Argüello.

Confusión
Con frecuencia se confunde al espasmo del sollozo con episodios convulsivos, como los causados por la epilepsia.
“Las convulsiones también se presentan súbitamente pero, a diferencia del espasmo del sollozo, no tienen un factor emocional desencadenante. Por otra parte, la cianosis es tardía, la pérdida de conciencia es temprana y la recuperación posterior es lenta, es decir que al niño le cuesta mucho más reponerse de un episodio convulsivo. Además, el espasmo puede ocurrir en cualquier momento del día pero nunca durante el sueño, ya que está vinculado con la actividad del niño, y otra característica es que el niño siempre lo hace frente a gente conocida (los padres o cuidadores)”.

El grito de la frustración 
Desde el punto de vista psicoanalítico, el espasmo del sollozo es un trastorno de expresión respiratoria y constituye un trastorno precoz de la infancia.
Aunque no es considerado una patología en sí misma, pone de manifiesto un conflicto del niño con el entorno. Por eso, el factor vincular entre el niño y sus padres siempre es determinante en estos episodios.“A partir de la primera crisis, se convierte en un momento temido para los papás y les genera angustia, preocupación y mucha ansiedad”, dice Mariela Zachetti, psicóloga y docente de la carrera de psicología de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) y de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
 Existen dos aspectos fundamentales en estas crisis: por un lado, lo que el niño manifiesta a través del grito y, por otro, el vínculo y la comunicación entre los padres y su hijo.
 “Si bien el episodio se manifiesta a una edad temprana, cuando el niño aún no ha desarrollado su personalidad, y sus mecanismos psicológicos para abordar diferentes situaciones de la vida todavía no se han consolidado, sí tienen la posibilidad de reaccionar cuando no se sienten bien o algo les produce displacer. Y el espasmo del sollozo generalmente aparece después de una situación de frustración o malestar que no fue interpretada lo suficiente por el adulto o que no recibió la contención que el niño necesitaba”, explica Cristina Hernando, psicóloga y docente de la carrera de Psicología de la UCC y de UNC.
A través del grito y la inconsciencia, el niño elimina la sensación de malestar que lo invade en ese momento, y lo hace generalmente frente a algún familiar particularmente sensible que en la mayoría de los casos intenta responder de alguna manera y siente la profunda frustración de no encontrar el modo adecuado de calmarlo. Y, además, el temor paralizante por la muerte del niño.
Por otra parte, estas crisis aparecen con más frecuencia a los 2 años, cuando el mayor logro del niño es la autonomía –comienza a caminar, habla con mayor claridad, deja los pañales, come solo– y la satisfacción de sus deseos.
Según los especialistas, al niño demasiado consentido y acostumbrado a cumplir siempre sus deseos le cuesta aceptar la prohibición o simplemente el “no” que viene del adulto. Entonces, el espasmo suele aparecer luego de una crisis de rabieta por algo que no le fue permitido.
Con respecto al vínculo, Zachetti y Hernando dicen que se puede interpretar al espasmo del sollozo como una dificultad en la comunicación entre el niño y los padres, ya sea por un inconveniente de los padres para conectarse con su hijo, identificarse y comprender lo que le sucede, así como también por la imposibilidad para decirle que no, lo que impide el aprendizaje de la tolerancia a la frustración.
En otros casos, la familia o sus miembros están atravesando alguna situación particularmente traumática y dolorosa (duelos, depresiones, separaciones o enfermedades físicas) que impide a los papás estar afectivamente cerca de su hijo.
En cualquier caso, es necesario saber el motivo por el cual el niño está sufriendo para ayudarle a manejar su tolerancia a la frustración.
La propuesta terapéutica será alguna intervención con la familia (que permita aliviar el malestar y prevenir mayores dificultades) y, si es necesario, la indicación de psicoterapia de uno o varios de sus miembros.
 Cada situación debe ser comprendida en su particularidad y tratada a tiempo para evitar que ese modo de expresión del malestar quede arraigado y sin la posibilidad de entender lo que allí está ocurriendo.
De lo contrario, este cuadro puede dar lugar a otras formas de expresión en el tiempo (berrinches, rabietas y caprichos) así como también a un carácter donde predomine la intolerancia, el oposicionismo y el desafío.
Fuente La Voz del Interior
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1 Comentario

  1. mi hija lo tuvo cuando tenia 2 años,tal cual como lo explica arguello me lo dijo su pediatra. ella es muy consentida por sus abuelos y el espasmo del sollozo lo asía siempre en la casa de ellos. hoy mi hija tiene 6 años y super sana..

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